Calle de la Concepción finales del siglo XIX
A mediados de los años noventa del pasado siglo, el propietario de la vieja casona situada al lado de la farmacia del pueblo de Agaete, en la calle principal, c/ de la Concepción, en la actualidad un local de apuestas y cafetería, con vivienda en la planta superior, procedía al derribo de la vieja y destartalada casa con más de un centenar de años, para construir una nueva edificación, con un local comercial en la planta baja.
La vieja casona era una vivienda de dos plantas, una a nivel de la calle la Concepción y otra, en parte, debajo de la anterior, que daba a la calle Huertas o por "detrás de las casas" como popularmente se conocía, que se encontraba a un nivel más bajo que la calle principal.
Al propietario siempre le había llamado la atención que en la parte que daba a la calle de la Concepción, a pesar de que la casa tenía todos los pisos de madera de viejos tablones, había una decena de metros cuadrados con piso de losa de cemento.
Aquella luminosa mañana un operario con un tractor, bajo las ordenes del contratista que le daba las instrucciones, ya había tirado al suelo y desescombrado buena parte del solar. El tractorista había enfilado con la pala la zona donde se encontraba la losa de cemento, al clavarla debajo de ella y proceder a levantarla, un fuerte grito se escuchó por toda el solar, !¡¡¡haaaaaaaa!!!, proveniente de la zona de la losa de cemento que acababa de remover la máquina, procediendo el operario a parar el tractor, pensando que el jefe le había gritado para darle alguna orden, el jefe le pregunta que porqué había gritado y parado el tractor, el operario le contesta; que él no había gritado. Todos los presentes escucharon el fuerte grito. Al acercarse al lugar de donde provenía el alarido, en medio de los escombros de la losa, observaron restos de huesos humanos, entre los que sobresalía lo que parecía una fémur o tibia y otros despojos óseos. Los huesos nada más tocarlos desaparecen convertidos en polvo.
A la izquierda, la casa antes del derribo, años setenta del pasado siglo.
Los presentes discutieron si dar cuenta a las autoridades o callarse para que no se paralizara la obra mientras los técnicos de patrimonio aclaraban la procedencia de los restos y el consiguiente perjuicio económico para el dueño.
Lo que quiera que estaba enterrado en el lugar lo hacía desde cientos de años por el estado de conservación, probablemente algún enterramiento aborigen del primitivo asentamiento prehispánico de Agaete. Aunque la presencia de la losa de cemento, mientras el suelo de toda la casa era de viejas maderas y el fuerte grito que todos los presentes escucharon, como si fuese una liberación del espíritu de alguien, al quitarse la losa de encima, siembra la duda sobre alguna muerte misteriosa en el lugar. Lo cierto es que los restos liberados del enterramiento fueron a parar junto con los escombros a algún vertedero y el espíritu debe vagar libremente por el pueblo.
Lo que quiera que estaba enterrado en el lugar lo hacía desde cientos de años por el estado de conservación, probablemente algún enterramiento aborigen del primitivo asentamiento prehispánico de Agaete. Aunque la presencia de la losa de cemento, mientras el suelo de toda la casa era de viejas maderas y el fuerte grito que todos los presentes escucharon, como si fuese una liberación del espíritu de alguien, al quitarse la losa de encima, siembra la duda sobre alguna muerte misteriosa en el lugar. Lo cierto es que los restos liberados del enterramiento fueron a parar junto con los escombros a algún vertedero y el espíritu debe vagar libremente por el pueblo.
En la vieja casa, según me contaban uno de sus moradores, desde siempre se había producido fenómenos paranormales, armarios y puertas que se abrían y cerraban sin intervención humana, ruidos de pasos bajando la centenaria escalera a la planta baja, sonidos de animales que se escuchaban desde la cama por el pasillo mientras descansaban y que cambiaban a medida que se acercaban hasta dar un gran grito para desaparecer, ruido de caídas de cajas de un cuarto trastero que cuando comprobaban todo estaba en su sitio, etc.
Otras de las anécdotas de la demolición fue que; cuando un operario se encontraba sobre el muro que da a la calle Huertas demoliéndolo martillo marrón en mano, el propietario de la casa le invitó a un café en el bar que se encontraba enfrente, donde hoy en día hay un bazar chino, negándose éste, por lo que tuvo que insistir hasta que lo convenció y bajó del muro, mientras estaban en bar degustando el café, se escuchó un estruendo y una enorme polvareda salía del solar, el muro se había derrumbado, librándose el obrero de un accidente, seguramente de fatales consecuencias, por estar en ese momento tomando café.
La razón nos dice que estas historias son imposibles, entre mito o realidad, pero existir existen y ni la religión, la ciencia o el ocultismo tiene explicación para ellas, le toca al lector decidir.
AGAETE UN PUEBLO DE LEYENDA, LAS CHIBICENAS.
AGAETE UN PUEBLO DE LEYENDA, LAS CHIBICENAS.
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