A unos 150 metros de la carretera de la Aldea de San Nicolás, junto a una gran piedra, cercana a una palmera, los vecinos se toparon de frente con los resto de un cadáver enterrado y que las aguas habían dejado en parte al aire, asomando una mano y parte de una pierna. De inmediato dieron cuenta a la Guardia Civil que se trasladó al lugar.
La provincia, 11 de febrero de 1986.
La noticia corrió como la pólvora por la villa y por toda la isla, pasamos lista y en Agaete estábamos todos, no faltaba ningún vecino, lo mismo por toda la comarca, por lo que el desgraciado que yacía en aquel barranquillo tuvo que venir de lejos.
Personado el Juez de Instrucción de Santa María de Guía, Manuel Conde Núñez, el forense y los componentes de Policía Judicial de la entonces 152 Comandancia de la Guardia Civil, se procedió al levantamiento del cadáver.
El cuerpo se encontraba atado de pies y manos, envuelto en un edredón, por lo que se supuso que lo habían asesinado lejos y transportado al lugar del hallazgo.
El cadáver fue trasladado al instituto anatómico forense, sito en aquella época en el cementerio de San Lázaro de Las Palmas, para la realización de la autopsia.
La Provincia 9 de febrero de 1986.
La prensa local empezó a especular con la identificación del cadáver, adjudicándose a un periodista que llevaba semanas en paradero desconocido llamado Paco Díaz, que estaba realizando una investigación sobre la corrupción urbanística en la zona sur de la isla y había sido amenazado por la mafia turística alemana, dándolo por muerto.
El avanzado estado de descomposición del cuerpo dificulta su identificación en primera instancia, la única huella aprovechable no coincidían con ninguna de las archivadas en la Guardia Civil, por lo que se solicitó su cotejo al gabinete de identificación de la Policía Nacional de la Comisaría de Las Palmas y a Madrid.
En cinco días la identificación dactilar no dejaba duda, el misterio quedó aclarado y el periodista Paco Díaz resucitado, se trataba de un ciudadano gallego, Gerardo López Ladra, empleado de hostelería, de 44 años de edad. Fue identificado por una hermana, la cual manifestó que hacia un tiempo que no sabía nada de él.
La investigación partía de cero, pero habían suficientes pruebas para dar pronto con los presuntos autores. El cadáver portaba reloj, anillo con la inscripción "Delfina 65" y alianza con la inscripción "hasta la muerte 85", los principales vestigios con que contaban los investigadores eran las cuerdas con que lo ataron y el edredón en que estaba envuelto el cuerpo entre otras.
La Provincia, 9 de febrero de 1986.
La investigación partía de cero, pero habían suficientes pruebas para dar pronto con los presuntos autores. El cadáver portaba reloj, anillo con la inscripción "Delfina 65" y alianza con la inscripción "hasta la muerte 85", los principales vestigios con que contaban los investigadores eran las cuerdas con que lo ataron y el edredón en que estaba envuelto el cuerpo entre otras.
El 11 de febrero, nueve días después del hallazgo del cadáver, las investigaciones llevan a la detención de la esposa del fallecido, Delfina Fernández Martínez, de 42 años de edad, Gerardo López Fernández, de 21 años, hijo del difunto y Delfina y el súbdito de origen hindú Juan Maheubani Melwani, de 26 años de edad, comerciante y amante de Delfina. Los tres se niegan a declarar ante la Guardia Civil.
El 14 de febrero, día de los enamorados, los amantes lo pasan en prisión, y el difunto en una nevera en el cementerio de San Lázaro, el juez ordena la prisión preventiva de los tres sospechosos, debido a la gravedad de los hechos y la trascendencia que empieza a tener el caso en la opinión pública de la isla.
Las investigaciones giran hacia un crimen pasional por envenenamiento.
El 14 de febrero, día de los enamorados, los amantes lo pasan en prisión, y el difunto en una nevera en el cementerio de San Lázaro, el juez ordena la prisión preventiva de los tres sospechosos, debido a la gravedad de los hechos y la trascendencia que empieza a tener el caso en la opinión pública de la isla.
Los tres sospechosos detenidos.
Las investigaciones giran hacia un crimen pasional por envenenamiento.
Se descubre un pleito familiar; unos meses antes del asesinato Gerardo y Delfina hicieron separación de bienes, él recibió 500.000 pesetas y ella se quedó con un chiringuito que tenían en la playa de Tauro, camping Guantánamo, Delfina una vez puesto a su nombre, intenta echarlo del establecimiento, negándose Gerardo a marcharse, continuando regentando el negocio con la oposición de la familia y del hindú que había aportado el dinero.
Por la Guardia Civil y el juzgado van desfilando decenas de testigos.
Por la Guardia Civil y el juzgado van desfilando decenas de testigos.
A principios de marzo el Instituto Nacional de toxicología de Sevilla remite los resultados de los análisis de las vísceras de la víctima, confirmándose la muerte por envenenamiento.
El 28 de febrero aparece en la escena la amante del asesinado, Georgina Ramos Saavedra, a la que se le toma declaración, afirma que llevaba nueve meses separado de él, porque había decidido volver a vivir con su esposa Delfina y sus hijos, en un piso en la avenida de Escalerita que pagaba el hindú. Georgina manifestó que le había comprado un coche y le ayudó en la compra del chiringuito de Tauro, se sentía muy dolida y despechada.
El triángulo amoroso se convierte en un cuadrado amoroso donde todos son sospechosos.
El número de sospechosos aumentan, pero en la cárcel siguen como imputados los tres primeros detenidos, la mujer, el hijo y el hindú.
El triángulo amoroso se convierte en un cuadrado amoroso donde todos son sospechosos.
El número de sospechosos aumentan, pero en la cárcel siguen como imputados los tres primeros detenidos, la mujer, el hijo y el hindú.
El sumario finalizó en abril de 1986, con el procesamiento de los tres detenidos como presuntos autores del asesinato de Gerardo López, por envenenamiento con metanfetamina, basándose en un alud de pruebas e indicios más o menos racionales. Los forenses sitúan la fecha de la muerte un mes antes de la aparición del cadáver en Guayedra.
El fiscal pide un total de noventa años de cárcel, para los tres.
El fiscal pide un total de noventa años de cárcel, para los tres.
En marzo de 1987, durante tres días se celebró el esperado juicio. El hindú declaró haber conocido a Delfina en una casa de citas, donde ejercía la prostitución por su precaria situación económica, tras el abandono de su esposo.
Diario de Las Palmas, 19 de febrero de 1987.
La familia del hindú, comerciantes, no escatimaron dinero y contrataron un buen equipo de abogados penalistas para la defensa de los acusados, corrieron rumores de que compraron testigos falsos. Los letrados hicieron una buena defensa de sus clientes, José María Palomino, Josefina Navarrete y otros que estaban detrás en el mismo despacho, en especial el abogado Juan Betancor González, miembro del Cuerpo Nacional de Policía en excedencia y que aportaba su experiencia, sabía cómo pensaban los investigadores y siempre iba por delante de ellos, llegó a ser acusado por algún mando de la Guardia Civil de ocultar y destruir pruebas.
Delfina declaró que se había casado con Gerardo en Alemania en 1965, que en 1978, Gerardo viajó a Las Palmas en busca de trabajo, abandonando a ella y sus hijos. La relación fue tormentosa por la adición de Gerardo al alcohol, separándose y volviendo en varias ocasiones, en una de ellas le denunció por abandono de hogar y de los hijos menores, fue detenido, esa fue la salvación de los investigadores ya que gracia a la ficha policial de esa detención se pudo cotejar la huella de uno de los dedos e identificarlo.
El último día que vieron a Gerardo con vida fue el 2 de enero, ese día según los tres procesados, se despidió de ellos porque regresaba a Alemania.
Según la prensa las pruebas encontradas por la Guardia Civil en el registro del coche del hindú eran concluyentes, se había encontrado un edredón similar, una piqueta y restos de cuerda igual a la que apareció en las ataduras del cadáver encontrado en Guayedra.
Según la prensa las pruebas encontradas por la Guardia Civil en el registro del coche del hindú eran concluyentes, se había encontrado un edredón similar, una piqueta y restos de cuerda igual a la que apareció en las ataduras del cadáver encontrado en Guayedra.
A pesar de que los detenidos negaron conocer el sitio donde apareció el cuerpo, los hijos menores del matrimonio testificaron que lo frecuentaban en compañía de su madre y el hindú, así mismo declaró el propietario de un restaurante de Las Nieves, manifestando; que le había llevado paellas al lugar en varias ocasiones.
El fiscal del caso Manuel Marchena Gómez, hoy en día en el Tribunal Supremo, presidiendo el tribunal que juzgó el "proces catalá", apretó las clavijas de los procesados y presentó una prueba sólida, unas cartas que Delfina había enviado a su amante, encontradas en el domicilio del hindú.
Una de las notas más elocuentes que Delfina Fernández envió a su amante Juan Mahbubani decía literalmente: "Mi amor, él no está dormido (...). Me acusó de querer envenenarlo. Tiene un ojo rojo, que echa algo blanco como si fuera pus. Antes no lo tenía. Mi vida, yo por la mañana, cuando hable conmigo, le diré y le mantendré aunque no me crea que las ampollas eran para mí y lo echo al "camping". Después hablaremos, y te diré lo que él me haya dicho para ver cómo podemos hacerlo. Quizás mañana vuelva bebido del camping. Mañana lo vemos, mi vida. Ahora mismo estoy temblando mucho. Me llevé un susto enorme cuando me acusó". Otra de las notas decía: "Gerardo está muy despierto y no bebió nada más. Cerró la puerta, le pregunté qué quería y él me dijo: yo nada, tú no sé, y me enseñó dos jeringuillas. Una estaba llena y la otra vacía. Yo las había dejado en un cubo de plástico en la cocina, cerca del cubo de la basura. Me dijo que esto no iba a quedar así y que averiguaría lo que estaba pasando. Mi amor, yo me quedé de piedra y le contesté que pensara lo que quisiera".
Los abogados de la defensa desmontaron la prueba alegando que esas ampollas y jeringuillas encontradas eran para inyectarse nolotil Delfina, y las frases sospechosas que eran simplemente para tratar de arreglar la situación familiar.
La piqueta, las cuerdas y el edredón encontrado en el coche del hindú, fueron cayendo con las explicaciones de la defensa de que eran del local donde se encontraba el chiringuito y que si hubieran sido empleadas en el crimen no hubieran estado cuarenta días en el maletero del coche del hindú hasta que las encontró la Guardia Civil.
A pesar de los múltiples indicios, más de doscientos folios de atestado y el testimonio de 34 testigos, no había ninguna prueba concluyente, para desesperación del fiscal Marchena y los investigadores.
El 25 de marzo de 1987, sorpresa para todos, los tres acusados fueron puesto en libertad, sin conocerse la sentencia, por lo que se intuía que era absolutoria, como así sucedió al hacerse pública horas después.
Los abogados defensores , los inculpados una vez absueltos y sus hijos menores.
El ministerio Fiscal presentó recurso de casación ante el Supremo por no estar de acuerdo con la sentencia absolutoria.
En septiembre de 1990, la sala segunda del tribunal supremo ratifica la sentencia absolutoria de la Audiencia Provincial de Las Palmas.
Los jueces debieron apreciar el principio jurídico de "in dubio pro reo", en caso de duda a favor del reo y que en cristiano quiere decir; que es mejor que se escape un delincuente que condenar a unos inocentes, las conjeturas y pruebas dudosas fueron interpretadas a favor de los acusados.
El súbdito de origen hindú Juan Maheubani Melwani, falleció el 15 de octubre de 1993, a los 33 años de edad, tras una larga enfermedad. Delfina fue desahuciada del piso donde vivía en la avenida de Escalerita en abril de 1987, padecía cáncer.
El crimen de Guayedra pasó a ser uno más de las decenas de crímenes y desapariciones que hay en la isla sin resolver, un crimen más sin castigo, ya prescrito.
Treinta y tres años después, el o los asesinos siguen sueltos.
Treinta y tres años después, el o los asesinos siguen sueltos.
Post data, 01/06/2022.
El expolicía y abogado Juan Betancor (Las Palmas 1950), que tuvo un papel destacado en la defensa de los acusados, falleció trágicamente el 31 de mayo de 2022, a los de 72 años de edad, perdió la vida como consecuencia de las quemaduras sufridas el domingo 29 de mayo, tras ser atacado brutalmente por un amigo suyo que vivía en la finca que el letrado tenía en Santa Brígida. Antonio P. G., que es como se llama el presunto asesino, atacó a Betancor prendiéndole fuego y también amenazó a la esposa de la víctima, a la que puso un cuchillo en el cuello para que le entregara su móvil y no pudiera llamar a la policía. La mujer salvó la vida saltando un muro de tres metros y huyó de la finca ladera abajo hasta que fue auxiliada por una vecina.
Imágenes de la prensa de la época relacionadas con el suceso.
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