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martes, 24 de agosto de 2021

AGAETE 1932, EL ALCALDE QUE OPINABA QUE EL EXCESO DE MUJERES (3), "SERVÍA PARA AMARRAR TOMATEROS".


Agaete 1932.

La historia está toda escrita o en el recuerdo de los que la vivieron. De vez en cuando hay que rescatarla del olvido y eso es lo que hago en esta entrada, reviviendo el Agaete de finales del año 1932, casi dos años después de instaurada la II República, a través de las crónicas de los viajeros de la época y otros documentos.

En 1932, el aspecto de la villa es antiguo y un tanto ajado, calles estrechas, la mayoría empedradas a la usanza de otros tiempos; con piedras de las playas. Ya existen algunas asfaltadas o "enchinadas" como se decía antiguamente.

El alcalde constitucional, Don José Armas Galván, se encuentra cesado desde el mes de junio; por un incidente relativo a un mitin político (Historia del movimiento obrero SOVA). Hace de alcalde accidental Don Antonio Bermúdez Martín, un hombre sencillo y campechano. Para él, la alcaldía es un "estorbo", un compromiso y así se lo hace saber a los viajeros. Le comunican que don "Pepito Armas", el alcalde suspendido, a falta de su publicación, ya ha sido repuesto por el gobierno de la nación, cosa que le agrada a don Antonio Bermúdez; "siempre que sea dentro de la legalidad". Don Antonio no suelta prenda sobre su filiación política, cosa que importa poco en los pueblos, él solo se dedica a trabajar por la villa y hacer producir la tierra que es lo que les interesa a los vecinos.

Nos presenta al secretario, Don Santiago S. León, el cual nos informa de todos los pormenores y datos de la villa.

El pueblo cuenta con 4.349 habitantes, de ellos 2.173 son varones y 2.176 mujeres, las fuerzas están equilibradas. Por lo que se ve van ganando las mujeres por un pequeño margen de tres. Según los viajeros: "no son muchas, pero en ocasiones tres mujeres solteronas hablando arman más ruido que un regimiento en marcha".

No obstante, el alcalde y el secretario están conformes con que sobren mujeres. Preguntados el por qué, el alcalde nos dijo que servían para amarrar tomateros, y el secretario eludió la respuesta."

Los visitantes recorren la calle principal, paran frente al casino "La Luz" (actual centro cultural), en el que la juventud dominguera distrae sus ocios y en corrillos comentan los pequeños incidentes del campo; el precio de los plátanos, el estado de los tomateros, la medida del agua... Otros miran para las jovencitas, que muy serias y sin aparentar darse cuenta de la asiduidad del enamorado desean impaciente que el joven se decida y le envíe la consabida carta, que responderán  dando esperanzas, pero diciendo: "aún es muy joven y que lo debe reflexionar", como si en las cosas del corazón hubiera cabida para la reflexión.

Los concejales de aquel final de año de 1932, son los siguientes: 

Don Sebastián Álamo Quintana, don Valentín Armas Nuez, don Agustín Álamo Nuez, don Sebastián. Martín Perera, don José Dámaso Álamo, don Antonio Suárez García, don Juan García Mendoza, don Cristóbal Cruz García, don Francisco Ramos Medina y don Francisco García Perdomo.

A pesar de la riqueza del valle de Agaete, desde el mismo mar, hasta el municipio de Artenara, prácticamente todo está en manos de cuatro forasteros que ni siquiera aparecen por el pueblo.

Valle de Agaete, las casas del camino, años treinta del pasado siglo.

El presupuesto municipal asciende a 38.192,85 pesetas, menos de 230 euros de los actuales. En propiedades u otros bienes municipales, es el más pobre de toda la isla o uno de los más. Solo cuenta con un edificio para plaza de mercado y otro para pescadería, hasta el ayuntamiento es alquilado. 
Además; cuenta con un censo reservativo cuyo capital es de 837,50 pesetas; una renta anual producto de ese capital de 18,75 pesetas; una emisión de deuda pública cuya capital es de 1.318,69 pesetas, que produce 52,74 pesetas anuales. Por lo que el total de las rentas del Ayuntamiento suman la "fabulosa" cantidad de 71,49 pesetas, no dan ni para pagar el alquiler de un mes de la casa consistorial, propiedad de la familia de Armas, 100 pesetas mensuales. 
A pesar de que prácticamente no tiene ingresos, desde la llegada de la república se han creado seis escuelas; dos unitarias de niñas, dos unitarias de niños, así como dos mixtas regentadas por maestras. Todas con sus bancos y mesas.

Niños en la escuela situada en la planta baja del actual ayuntamiento, 1932.

En aquel año se proyecta un matadero en la esquina del barranco del huerto de las flores, se da un riego de betún asfaltico a varias calles y se planifica comenzar  con el alcantarillado del casco urbano. 

La gente era tan pobre que no tenía ni para pagar impuestos. ¿Y cómo se financia un ayuntamiento tan pobre? Para los creyentes, de milagro. La gente tenía que comer, y se formalizó un sistema contributivo basado en el impuesto al consumo que solo existía en Agaete y San Nicolás, un impuesto que gravaba todas las mercancías y alimentos que se vendían en el pueblo, sistema que daba lugar a mucha picaresca y mucha corruptela, que llevó a más de un recaudador a los tribunales.

La villa tiene agua en abundancia para abasto público, que se trae mediante tuberías desde el manantial del "Caidero" hasta la fuente de "Los Chorros".

Tiene luz eléctrica de un motor en horas de oscuridad y para quien la pueda pagar. Dispone de oficina de correos y telégrafos. La vida es patriarcal y tranquila. La guardia municipal casi no tiene trabajo, la convivencia es extraordinaria, casi no la hace necesaria.

Por aquellos tiempos existía por todo el país la manía de pegarle fuego a las iglesias y a las cosas divinas, por eso en aquel año la Virgen de Las Nieves y el resto del tríptico del mejor pintor de Flandes, dormían envueltos en sábanas debajo de la cama del cura párroco, don Juan Hernandez Quintana, en la casa parroquial de la iglesia matriz de la Concepción.

El motor de la villa, además de la agricultura, es el puerto de Las Nieves, por donde sale toda la producción de la zona con destino a Tenerife y Las Palmas. Por aquellos años ya se pedía una ampliación del puerto y parece que existía un avanzado proyecto. Ampliación y mejora que no llegó hasta transcurridos sesenta años, no sin la oposición de una parte de la villa, como siempre sucede con las cosas en Agaete.

Otras de las peticiones de los agaetenses de aquella época es que se repare y asfalte la carretera con Galdar, peligrosa y con múltiples accidentes a pesar del escaso número de vehículos que la transitan.

Y así era aquel Agaete de 1932, segundo año de la república; caciquil, patriarcal, gente humilde y laboriosa, a pesar de todo; alegre y divertido, acogedor y agradecido con los que nos visitan.


Alcalde Don José Armas Galván.

Bibliografía:
Archivo municipal de Agaete y prensa de la época a través del portal Jable. 


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