Luisa y su hija Candelaria, al lado de la cesta, Magín, el de "Manuel niño y mana Ciona", mis bisabuelos.
Juan Saavedra García nace en 1942, en el corazón del barrio de San Sebastián de Agaete, en la calle Santa Rita, nieto de Domingo Saavedra, el que con un curioso suceso ocurrido en 1902, dio origen al apodo de una extensa familia, "los machucos". Desde muy niño se trasladó a vivir a la calle Antonio de Armas, antes calle del Carmen, donde se encuentra la antigua entrada al ayuntamiento. Se crio en la casa de Juana Medina Martín, hija de Rafael y seña Juana, conocida como "Juana la costurera". En su infancia vio como Juanita en su costura sita en la calle El Carmen, número 6, realizaba las banderas de las fiestas y los trajes para los papahuevos. Durante los meses previos a los festejos de Las Nieves, la costura era un trajín de mujeres, confeccionándose los trajes para estrenar en las fiestas, transcurrían los años cuarenta del pasado siglo. Se cuenta como anécdota que, un año para las fiestas de Las Nieves, el 4 de agosto los papahuevos estrenaron vestimenta realizada por Juanita, con una tela que coincidía con la que se habían hecho los trajes la gente de "Vegueta", calles de alrededor de la iglesia y donde vivían los vecinos más pudientes de la villa, aguándole las fiestas, decidiendo estas no estrenarlos el día 5 para la procesión por la coincidencia.
Rememora que los papahuevos de dichos años se hacían por parejas, los primeros que recuerda eran; "el marinero y Maruca", padre e hija. Los siguientes fueron; "El quijote" y el corcovado", que era un carpintero de la villa, "el diablo, la vaca, el negro y la negra"...
La rama años cincuenta, bajando la calle Guayarmina.
En la rama del 4 de agosto solía salir una docena de papahuevos. La rama de aquellos años era organizada por su abuelo, Rafael Medina. Él dirigía el festejo y era el encargado de repartir el vino y el ron a los danzantes, que portaba sobre un burro en garrafones de cristal forrados de caña y mimbre.
Recuerda que los directores de la banda de música eran tres en aquellos años; Don Enrique el valenciano, Tomasito y Panchito el de titi, una gran banda de música. Según Juan, en una ocasión Don Enrique, que era un gran músico valenciano, le contó que en la banda solo había cuatro músicos; Manolo, Miguel, y los hermanos Díaz.
Las fiestas eran muy familiares y a ella acudían todos los agaetenses que habían tenido que emigrar.
Juan Saavedra García, "el machuco".
En aquellos años el agua corría por el barranco hacia el mar al menos diez meses al año, había naciente por todas partes y sobraba el agua, muchas veces los encargados de las fincas la echaban por las laderas y parrales, cubriéndose de toda clase de flores; amapolas, teheras, pajicos, con ellas, en semana santa hacían alfombras por las calles o se las tiraban desde las azoteas a las imágenes sagradas, "eran más linda que hoy que se hacen con serrín pintorreao y mucha gente prefiere irse a la playa", manifiesta Juan en tono triste.
De aquellos tiempos recuerda la víspera de reyes, el paseo de los tres reyes magos por las calles del pueblo a lomo de los camellos de los Manrique, que tenían su alpendre en lo que hoy en día conocemos como "vuelta el culo", cruce de San Nicolás-Las Nieves.
Para las fiestas se traían las mejores orquestas de las islas, recuerda la Orquesta Mejías o Teide de Arafo de Tenerife, con sus trompetas, saxo y vocalista. Los fuegos artificiales y los "fueguillos", que consistían en unas ruedas clavadas en un palo que daba vueltas dando unos silbidos y estadillos, se colocaban en el frontis de la iglesia.
En Las Nieves, en el lugar de la tienda de "Carmencita", frente a la ermita, estuvo la escuela, la maestra era de Guía o de Arucas, recuerda que era muy guapa, —un cuerpo como la reina pero con más carne y la cara redondita, parece que la estoy viendo hoy—. En esa escuela de la playa se estaba hasta los diez años y después se venía al grupo escolar del pueblo, donde había ocho clases, cuatro de niños y cuatro de niñas. Los primeros bares en Las Nieves los monta uno de Arucas.
Sigue Juan con su recorrido por aquel Agaete de finales de los cuarenta y principios de los cincuenta:
En el frontis de la iglesia se sentaba la gente cuando hacía calor hasta las tantas de la madrugada. Se gira a la derecha y pasamos el puente, más abajo por el lado del barranco; "la máquina, el almacén de don Salvador y el huerto de Juan panchurro". Bajando; "el puente viejo", donde cae el agua, los dos sifones, junto a ellos la casilla de madera del recorredor de agua, "maestro Juan el bigotú y su hermano Vicente". A la derecha, la tronera donde se hacen las dulas para repartir las aguas de las heredades y regar todas las plataneras hasta Las Nieves. A la derecha; en la entrada a la finca de doña Pura hay un eucalipto, que aún pervive en medio de una rotonda, ahí se saludan las imágenes de la virgen y San José cada cinco de agosto.
"El puente viejo", se ven los dos sifones que elevaban el agua para regar las plataneras de la otra orilla de la carretera.Tras la recta de las Candelarias llegamos al cruce de "los camellos" o de La Aldea, hoy le llaman "la vuelta el culo". En este lugar había otros dos sifones para elevar el agua a las fincas de la Palmita.
Frente a la actual entrada a la urbanización El Palmeral, se encontraba la portal de entrada a la finca de la Palmita, allí se pesaba y se cargaban los plátanos, los racimos se pesaban con una báscula de tres patas y se embarcaba en los camiones de los almacenes, —les llamábamos fotingos o cajas de fósforo—, de llantas de radio y las ruedas menudas. En la entrada a la palmita había dos granaderos, que servían de referencia cuando subía la virgen; ¿Por dónde va la virgen? —Por los granaderos—.
En Las Nieves en aquellos años solo habían cascajos y las playas con mucha arena negra, había gente que se dedicaban a comercializar con ella, —la traían hasta de Guayedra en botes a remos, los de Manuel el de Leonor y los de Sebastián Saavedra—, hasta que acabaron con ella.
El muelle viejo prestaba un gran servicio en aquellos años, en él, en viejas embarcaciones de hierro se descargaba una multitud de piedras calizas procedentes de Fuerteventura y allí mismo se hacía la cal en unos hornos que estaban donde está la terraza del restaurante "dedo de dios" o se subían para el pueblo por el camino viejo. —Aprovechando la fogalera que se hacía para hacer la cal, colocábamos los peces encima de las piedras para hacer asaderos—.
Las cañas de pescar las hacían con cañas que cogían de los abundantes cañaverales o de las que se usaban para los tomateros, con un alfiler doblado hacían los anzuelos o los compraban a una perra en la tienda de Cesarita, que estaba a la derecha de la ermita, como cebo se usaba carne de sardina o caballa. El pescado abundaba, bogas, sargos, ...
En esa época; por solo ver un poco de sangre de pescado o escamas en el suelo, nos multaba el guarda muelle, llamado Luisito el moyero, era el encargado de pesar las sardinas y todo el pescado para cobrar los impuestos.
En aquellos años salían camiones cargados de sardinas y bonitos de Agaete para las factorías de conservas de Las Palmas. La intermediaria que compraba todo el pescado era "Pinito la capitana o la borriquera, la madre de Loli, la que tiene la tienda frente al actual restaurante Las Nasas", —ella compraba todo si se lo echaban—.
"Pinito la borriquera"
Cuenta Juan; había cuatro chinchorros, cada uno con cuarenta hombres, los hilos y cabos eran de pita y mojados pensaba el diablo.
Los hombres del chinchorro se llevaban una parte de la pesca, normalmente no pasaba de veinte kilos por cabeza y a los muchachos la cuarta parte, cinco kilos, toda la navegación era a remo, en ocasiones hasta Mogán para pescar albacoras.
Termina Juan; —a veces se me pone un nudo en la garganta en ver lo que era el pueblo y a lo que ha llegado.—
El Agaete de aquellos años, avión fumigando la plaga de langostas, fotograma del NODO.
Y así era la vida en aquel Agaete de los años cuarenta y cincuenta del pasado siglo, como nos ha contado Juan, vida de escasez y austeridad, de calles empedradas y sin agua en las casas, con luz solo unas horas al anochecer, siempre que el motor de "Segundito" no fallara, sin alcantarillado y un largo etcétera de carencias.
Curtido por el sol, el trabajo en la mar y los tomateros, con las huellas de una vida sacrificada en su rostro, pero con la mente lúcida, ahí sigue Juan, el machuco.