Así describía el Agaete de mediados del siglo XIX, un viajero anónimo en su crónica publicada en el periódico "Aurora" de 25-06-1848.
"Desde que se baja el Lomo de las Chiqueras o Moriscos, se descubre el principio del pueblo, o mejor dicho, el fin; pues mirando un poco a la derecha se encuentra el cementerio, de antigüedad casi desconocida, y por cuya razón se halla en un estado ruinoso e incapaz de encerrar más cadáveres, algunos se han enterrado fuera de él y hasta han servido de pasto a los animales carnívoros. Esto es horroroso amigo mío y no puedo comprender cómo un pueblo donde hay hombres y religión se permite semejante escándalo.
Por el estilo del cementerio es el caserío de la población poco más o menos, no hay de notable respecto de esto más que el hermoso empedrado de las calles, sin concluir por supuesto como todas nuestras cosas buenas y una casa que a manera de castillo feudal descuella por encima de las demás y pertenece a un ricacho labrador (el actual ayuntamiento). Hay porción de fábricas empezadas; porque los vecinos derriban sus casas para convertirlas en huertos de tuneras, en donde se produce admirablemente el nopal, así es que siguiendo de este modo, creo que dentro de poco tiempo cada casa de Agaete abrigará 4 o 5 millones de vivientes y vendrá a ser el pueblo más cochinero de la isla.
Sus habitantes son maliciosos y reservados y se hallan divididos en continuas guerras que no son de este lugar. Tienen mucha afición a la música..."
El Agaete de aquellos años finales del siglo XIX, "la Plaza".
No describe la iglesia, por lo que no debía de destacar sobre las demás construcciones, el pequeño templo se encontraba en la trasera de la actual iglesia, en el lugar que hoy ocupa en centro parroquial y aledaños.
No tenemos fotos ni datos concretos aparte de los que se pueden extraer e interpretar del archivo parroquial y de la memoria que nos han ido trasmitiendo los que en otras épocas, coincidieron en el tiempo con testigos presenciales, pero debió ser pequeña y estar en estado bastante ruinoso en el momento del incendio.
Los restos de la antigua parroquia y sus alrededores, obras de construcción del actual centro parroquial en la trasera de la iglesia.
Se decía que era "pequeña y aseada", su fachada daba al mar, que tenía una torre campanario a su espalda, aislada de la nave principal, aunque sobre esto hay ciertas dudas, donde poco antes del incendio habían tenido que colocar una puerta para evitar que la chiquillería soliviantara al vecindario cada dos por tres tocando las campanas, sobre la fachada principal había otra campana que se tocaba desde el exterior, todo se encontraba dentro de un recinto amurallado similar a la ermita de las Nieves, con una pequeña plazoleta delante de la puerta principal.
Según se contaba se accedía al recinto por una amplia escalinata que daba a la calle del "camino a Las Nieves". En sus proximidades se situaban los restos del antiguo y primitivo cementerio de la villa. La pequeña iglesia había servido de consuelo espiritual al poblado de Agaete, durante más de tres siglos.
El día 28 de junio de 1874, vísperas de la festividad de San Pedro, a las siete y media el sacristán realizó el rezo del novenario al apóstol, al estar el cura Don Antonio González Vega indispuesto por un resfriado, a las nueve el sacristán volvió para tocar a animas, marchándose sin observar nada anómalo en la iglesia.
Mientras caía la noche el pueblo se iluminaba con las tradicionales hogueras de la víspera de San Pedro en el cercano barranco, en las laderas de San Sebastián, en las Peñas, el lomo el manco... ardían unas cuantas.
Los poco más de 3.000 vecinos de Agaete desconocían la gran fogalera que se estaba preparando y que había comenzado en el altar mayor de la iglesia parroquial.
Sobre las 21,30 horas, el resplandor de las llamas que salían por las ventanas y el deteriorado techo de la parroquia hacen que alguien de la alarma y comience a tocar a arrebato las campanas mientras el fuego se lo permitió.
Todo el pueblo fue concentrándose en la amplia plaza que se encontraba a la espalda del templo, entre llantos, gritos, rezos y lamentos, incrédulos de lo que estaban observando, fue inútil todo esfuerzo para sofocarlo.
Las llamas, ante la atónita mirada de la virgen de la Concepción patrona de la villa que desde el altar mayor observaba, fueron consumiéndolo todo, hasta que le llegó el turno a la misma "Purísima".
Más de tres siglos de historia y pequeñas obras de arte que la vieja iglesia había acumulado, desaparecieron en cuestión de instantes. El rico artesonado mudéjar del techo se desplomaba, lo único que quedo en pie fue el paredón que se encontraba detrás del altar mayor y en la hornacina las cenizas de la pequeña imagen de la virgen de la Concepción, patrona de la villa.
Gracias a la sagacidad y valentía de algunos vecinos, entre ellos el alcalde D. Antonio de Armas y Jiménez, que con gran riesgo personal, forzaron una puerta lateral, entraron en la sacristía y salvaron los libros, legajos del archivo parroquial, algunas vestimentas del ceremonial religioso, y otros pequeños objetos de culto, además se salvaron las campanas.
Sobre las 21,30 horas, el resplandor de las llamas que salían por las ventanas y el deteriorado techo de la parroquia hacen que alguien de la alarma y comience a tocar a arrebato las campanas mientras el fuego se lo permitió.
Todo el pueblo fue concentrándose en la amplia plaza que se encontraba a la espalda del templo, entre llantos, gritos, rezos y lamentos, incrédulos de lo que estaban observando, fue inútil todo esfuerzo para sofocarlo.
Las llamas, ante la atónita mirada de la virgen de la Concepción patrona de la villa que desde el altar mayor observaba, fueron consumiéndolo todo, hasta que le llegó el turno a la misma "Purísima".
Más de tres siglos de historia y pequeñas obras de arte que la vieja iglesia había acumulado, desaparecieron en cuestión de instantes. El rico artesonado mudéjar del techo se desplomaba, lo único que quedo en pie fue el paredón que se encontraba detrás del altar mayor y en la hornacina las cenizas de la pequeña imagen de la virgen de la Concepción, patrona de la villa.
Gracias a la sagacidad y valentía de algunos vecinos, entre ellos el alcalde D. Antonio de Armas y Jiménez, que con gran riesgo personal, forzaron una puerta lateral, entraron en la sacristía y salvaron los libros, legajos del archivo parroquial, algunas vestimentas del ceremonial religioso, y otros pequeños objetos de culto, además se salvaron las campanas.
De aquella tragedia quedó una copla en la memoria de los agaetenses:
El veintiocho por la noche
el fuego devorador
en menos de media hora
sin iglesia nos dejó.
La purísima sin mancha
permanecía en pie
dándonos la despedida
para más nunca volver...
El veintiocho por la noche
el fuego devorador
en menos de media hora
sin iglesia nos dejó.
La purísima sin mancha
permanecía en pie
dándonos la despedida
para más nunca volver...
Parece que se le achacó las causas del fuego a unas velas mal apagadas cerca del altar, aunque algunos historiadores sospechan, sin fundamento, de una mano negra detrás, para poder construir uno nuevo acorde con la importancia que la villa iba asumiendo, ya que la iglesia siempre había puesto pegas a la construcción de un nuevo templo por el gasto que ello llevaba y terminaban de construir los de de Guía y Galdar.
Meses después, en octubre de 1874, el Obispo de la diócesis visita la localidad y coloca la primera piedra del actual templo, en las proximidades del anterior.
Como la fe mueve montañas, de donde solo quedaba un paredón y cenizas, con el trabajo de todo el pueblo, resurgió el nuevo templo.
Visita del Obispo Pérez Muñoz 1910, fotos archivo municipal:
La nueva iglesia.
La plaza a finales del siglo XIX principios del XX.
Bibliografía consultada:
Arquitectura y artes plásticas en la Villa de Agaete, ANTONIO J. CRUZ Y SAAVEDRA.
Arquitectura y artes plásticas en la Villa de Agaete, ANTONIO J. CRUZ Y SAAVEDRA.
El Eco de Canarias, 28 de Junio de 1974, S. Vizcaíno.
Archivo municipal de Agaete.
Archivo municipal de Agaete.
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