Hace ya ochenta años, un 5 de septiembre de 1945, en Agaete, un pequeño pueblo de apenas 4.300 habitantes, comenzaron las obras de un colegio que pronto formaría parte de la vida de muchas generaciones: El Grupo. Apenas medio año después, en marzo de 1946, los niños ya llenaban de voces y risas sus aulas, y el 3 de abril de ese mismo año se celebraba la inauguración oficial.
Para la mayoría de los agaetenses fue mucho más que un edificio; fue el lugar donde se aprendieron las primeras letras, donde se forjaron amistades que durarán toda la vida y donde generaciones enteras compartieron recuerdos que hoy siguen vivos.
Esta es la historia de nuestro Grupo Escolar, un colegio que durante los últimos ochenta años, marcó a un pueblo y a su gente:
En aquellos años cuarenta, todavía traumatizados por las heridas de la guerra civil, el Ministerio de Educación Nacional impulsó la construcción de colegios siguiendo un mismo modelo estandarizado que se repetía en pueblos y ciudades de toda España. A estos centros se les llamó grupos escolares, y con ellos se pretendía garantizar que la infancia tuviera un espacio para aprender. Pero la escuela no solo enseñaba a leer y escribir: también transmitía los valores del régimen franquista. La iglesia ocupaba un lugar central, se rendía culto a los símbolos patrios y religiosos, las aulas se dividían entre niños y niñas, y la disciplina era firme. Los maestros, además, debían responder a un perfil muy concreto, y no pocos habían tenido que pasar por procesos de depuración tras la guerra, donde muchos fueron apartados del magisterio por sus ideas.
Era una época en que, España y Agaete en particular, vivía todavía bajo las consecuencias de la posguerra; escasez de recursos, aislamiento internacional y una economía marcada por la autarquía.
En el plano local, el grupo escolar fue también un espacio de cohesión; generaciones enteras de familias del pueblo, pasaron por sus aulas antes del paso a centros posteriores y de las reformas educativas de la transición. Tras la guerra, maestros muy queridos como don José Bermúdez y, desde 1941, don Juan Contreras, quien había sufrido sanciones por sus ideas, junto con varias maestras, se las ingeniaron para poner en marcha la escuela en diferentes espacios del pueblo: algunos salones alquilados por el consistorio, otros cedidos por el municipio, como los bajos del ayuntamiento o la antigua recova, hoy convertida en biblioteca, todo en unas condiciones muy precarias y con aulas masificadas.
Sobre don Juan Contreras permítanme contarles una anécdota sobre sus peculiares métodos pedagógicos según un exalumno, la del manojo de llaves de don Juan; siempre reposaban sobre su mesa, brillando como si fueran parte de la lección… hasta que alguien osaba despistarse o ponerse a incordiar. En ese instante, las llaves salían disparadas por el aire como si fueran un boomerang casero, obligando al distraído a agacharse con reflejos de gato. La mayoría de las veces todo quedaba en susto y risas, pero en más de una ocasión el blanco terminó siendo un cristal de los inocentes grandes ventanales, que acababa pagando los platos rotos o mejor dicho, los vidrios rotos. Estas historias se repiten en todas las generaciones, cambiando el manojo de llaves por la tiza o el borrador de la pizarra. Eran tiempos en el que el castigo, incluido el físico, era método de estímulo para el aprendizaje.
Pero no siempre había sitio para todos. Muchos niños se quedaban sin plaza escolar, y algunos, los que podían pagárselo, acudían a clases privadas que maestras del pueblo organizaban en sus propias casas. Así ocurría, por ejemplo, en la vivienda de Panita, en la calle Guayarmina, donde se enseñaba por una peseta al mes.
Huertos del "barranquillo", donde se construyó el grupo escolar, secadero de cochinilla en los primeros años del siglo XX.
La precariedad de todas estas instalaciones educativas hizo que, por unanimidad, en el pleno municipal celebrado en 8 de marzo de 1945, el alcalde y los concejales a propuesta del concejal Salustiano García Mendoza, acordarán solicitar al Capitán General Jefe del Mando Económico de Canarias, la necesidad de construir un grupo escolar en el municipio.
En acta plenaria de 12 de julio de 1945, se hace constar la aceptación de la solicitud y del proyecto enviado de construcción de un grupo escolar con cuatro aulas para niños y otras cuatro para niñas, por un total de 382.734 pesetas con 73 céntimos, a cuenta del Mando Económico de Canarias.
El ayuntamiento de inmediato se puso a trabajar en el expediente de expropiación de los solares conocidos como; "huertos de los Julianes", en el barranquillo, lugar propuesto para la construcción del "Grupo". El gobierno civil de la provincia aportó 50.000 pesetas para las expropiaciones.
Huerto del barranquillo, parcelas y propietarios a expropiar, croquis realizado por Rafael García, en 1945 (Rafaelito Grimón).
El 20 de agosto de 1945, apenas un mes de la aceptación del proyecto, por la Capitanía General se adjudican las obras a la empresa: "Entrecanales y Távora" (junto con otras la actual ACCIONA), aumentando el presupuesto a 437.734 pesetas con 75 céntimos. Las obras comienzan el 6 de septiembre de ese mismo año.
Siete meses después se dan por finalizadas y es inaugurada el 3 de abril de 1946.
La inauguración fue toda una celebración, los niños formaron en el frontis de la iglesia con sus maestras y maestros al frente, la corporación municipal y todo el pueblo, con la banda municipal de música incluida; presidente del Cabildo, Gobernador Civil, representaciones del inspector general de enseñanza y toda la cúpula del régimen gobernante. Como de costumbre, la llegada de la máxima autoridad, el General gobernador militar de la isla, que venía en representación del Capitán General García Escámez, fue interpretado el himno nacional por la banda municipal, pasando todos al interior de la iglesia donde el sacerdote Don Manuel Alonso Luján recibió a la comitiva, ejecutándose un oficio de agradecimiento a la patrona de la localidad por la satisfacción de la nueva infraestructura educativa, cantándose una salve a la Virgen de Las Nieves según la prensa de la época. Trasladándose a continuación toda la comitiva al nuevo grupo escolar, donde en su patio se celebró una demostración de bailes típicos y gimnasia. Presidido todo por una gran foto de Franco rodeada de hojas de palmeras. Al finalizar, una niña; Felicita González Nuez, pronunció unas palabras de agradecimiento en nombre de toda la comunidad educativa, que emocionó a todos los presentes.
Las celebraciones continuaron hasta bien entrada la noche según recogen los periódicos de aquellos días.
Dicen que, cuando le tocó al alcalde, Don Manuel Jiménez, conocido como; “Manuel Pastor", dar su discurso como máxima autoridad local, ocurrió algo peculiar. Por ser hombre de escasa instrucción, o incluso analfabeto según algunos, no fue él quien tomó la palabra, sino el secretario municipal, el señor Padilla, que lo hizo en su nombre.
Los niños en la escuela sita en los bajos del ayuntamiento, años treinta del siglo XX.
En 1950, justo al lado del colegio, en la esquina de la calle Juan de Armas con la calle Norte, comenzó a tomar forma un pequeño gran sueño: una plaza (la placilla) para disfrute de todos. Y lo curioso es que a pesar de que el proyecto, como no puede ser de otra manera, lo firma el arquitecto municipal, Don Fernando Delgado de León, con él, colaboraba un empleado municipal, don Rafael García Gutiérrez, conocido con cariño como; “Rafaelito Grimón”. Autodidacta y lleno de creatividad, durante casi cincuenta años, prácticamente fue él solo y su inseparable cinta métrica bajo el brazo, la “oficina técnica” de nuestro pueblo. Junto con el arquitecto, con sus manos y sus ideas, supo darle vida a un espacio que, junto con el recién estrenado grupo escolar, pronto se volvió parte de la historia de la villa. El coste del proyecto fue de 40.341 pesetas, con 03 céntimos (acta municipal de 04-10-1950). En la actualidad la plaza se denomina "Plaza de Fernando Egea", en recuerdo del farmacéutico de la villa, fusilado al comienzo de la Guerra Civil.
Años sesenta, el colegio y la plaza.
A continuación, una serie de dibujos y bocetos para el citado espacio público, obras de Rafaelito Grimón:
En 1955, la alegría de los niños y niñas siguió ampliando sus horizontes. Se acondicionaron los patios de recreo y en el patio de las niñas se levantó un campo de baloncesto, que pronto se llenó de risas y juegos que aún resuenan en nuestras memorias. Llegando a celebrarse competiciones regionales del citado deporte, siendo lugar de entrenamiento de la U.D Agaete en los años cincuenta, tras la jornada escolar.
Aquellas primeras 8 aulas se convierten en 14 a mediados de los sesenta del siglo pasado, al construirse una segunda planta sobre parte de las ya existentes, además existían dos aulas de párvulos en los bajo del ayuntamiento. En 1970, contaba el Grupo con 550 alumnos que, a las nueve de la mañana, uniformados formábamos para izar las banderas del régimen, rezar y cantar diversas canciones. A las doce se hacía un alto en los estudios, para proceder a los diferentes turnos de comida en el comedor escolar o en las casas la mayoría. En 1971, un total de 110 niños, de los cuales 32 son del Valle, 21 de Las Nieves y 20 de Los Llanos, hacen uso del servicio de comedor. A las dos de la tarde, con calor o frío, volvíamos a las aulas para continuar con las enseñanzas hasta las cuatro de la tarde. A partir de esa hora, el barranco se hacía pequeño para tanta chiquillería.
No puedo dejar de evocar aquella inolvidable generación de maestros que nos abrió las puertas del conocimiento y nos enseñó a leer y escribir en la lengua de Cervantes. Nombres que todavía resuenan con gratitud en la memoria: don Esteban Suárez, doña Pino Báez, doña Nélida Suárez, don Santiago Sosa, don Félix Arocha, doña María Sánchez (hija del mítico maestro don José Sánchez y Sánchez y que en decisión acertada, la comunidad escolar dio su nombre, primero al grupo y después al actual colegio público de Agaete), doña Isabel Delgado, doña Teresa Ojeda, doña María Obdulia Marrero, doña Elena Galán, doña Ana María Lermo, doña Soledad Ramírez, don José Segura, don José Megías, don Antonio Reyes, don Francisco Orihuela, don Juan Álamo y don Juan Ramírez, algunos de ellos apenas iniciando su trayectoria docente.
Y cómo olvidar a don Anselmo Martín y a don Andrés Rodríguez, quienes, en aquellas aulas de parvulitos instaladas en los bajos del Ayuntamiento, mientras realizaban sus primeras prácticas de magisterio, nos guiaban con pizarrín y tiza en mano, para trazar las primeras letras y números de nuestra vida escolar. Y otros muchos más que los precedieron o llegaron después.
Con el paso de las décadas, El Grupo fue testigo de cambios sociales, pedagógicos y políticos. De la posguerra y la dictadura a la transición; de la escuela segregada por sexos a la educación mixta, del aislamiento a la apertura democrática, de escuela primaria a instituto, de universidad popular a escuela de música. Cada generación dejó su huella en sus aulas.
En este 80 aniversario no solo celebramos la trayectoria de un edificio escolar, sino también la memoria viva de un pueblo que ha sabido transmitir a cada generación el valor de la educación, la solidaridad y el cariño a su tierra. Hoy, al mirar atrás con gratitud y al futuro con esperanza, queda claro que esta historia que comparto, seguirá siendo fuente de orgullo y recuerdos para los hijos de este pueblo.
En la imagen, el entonces director, don Juan Ramírez y la cancha de baloncesto del grupo.
Bibliografía:
Archivo municipal de Agaete.
Archivo particular de don Rafael García Gutiérrez.
Testimonio de don Anselmo Martín.
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