Las fiestas del Risco de Agaete: una
tradición interrumpida.
Enclavado en uno
de los tres valles de la abrupta geografía del municipio de Agaete, el Risco ha
sido desde siempre un lugar donde, además de la naturaleza, la fe ha marcado el
ritmo de la vida. A mediados del siglo XX, este caserío conservaba la esencia
de los pueblos pequeños de Gran Canaria: casas humildes de piedra y cal, callejones
de tierra, familias dedicadas a la agricultura de subsistencia, a la crianza de
animales y al monte cercano de Tamadaba. El agua de los nacientes, recogida en
estanques y canales, era el tesoro más preciado, pues de ella dependían las
cosechas de millo, papas, tomates o frutales.
La escuela
pública del Risco era uno de los pocos puntos de encuentro colectivo. Allí los
niños aprendían las primeras letras bajo la guía de maestras entregadas como
doña Evarista Santana Martín, mientras los mayores se reunían delante del bar
de Perdomo, al borde de la carretera a la Aldea o en los caminos al caer la
tarde, compartiendo historias, faenas y esperanzas. La religión ocupaba un
lugar central en la vida de estas familias, que veían en la fe un consuelo y
una fuerza para sobrellevar las dificultades cotidianas de vivir alejados del
pueblo, 14 kilómetros por una tortuosa carretera, entonces y aún ahora, llena
de peligros.
Fue en este
contexto cuando, en 1959, el entonces párroco de Agaete, don Manuel Alonso
Luján (1905-1971), impulsó la idea de traer al barrio la imagen de la Virgen de
la Medalla Milagrosa. Se
refiere a la Virgen María en el contexto de las apariciones a Santa
Catalina Labouré, en París en 1830, que terminaron con la creación de la
Medalla Milagrosa. Esta medalla, originalmente llamada de la Inmaculada
Concepción, se
popularizó como "Milagrosa" por las numerosas gracias y milagros que
se atribuyen a su portación con fe. No obstante, en el acta municipal de 29 de octubre de 1959,
se le denomina; “Virgen Auxiliadora”.
Acta municipal
de 29 de octubre de 1959.
La propuesta
despertó un entusiasmo inmediato: cada vecino, dentro de sus posibilidades,
aportó una cantidad para hacer realidad aquel sueño. El esfuerzo fue colectivo
y sincero, pronto se reunió la suma de 667,50 pesetas, a las que se añadieron
las 100 pesetas que entregó el propio párroco y las 500 pesetas que aportó el
ayuntamiento. Aunque el coste final de la imagen y sus floreros ascendió a unas
1.200 pesetas, nada pudo frenar el empeño del pueblo, que encontró en la
solidaridad su mayor riqueza.
El 12 de
octubre de ese mismo año, coincidiendo con la festividad de la Virgen del
Pilar, se celebró la solemne bendición de la imagen en la escuela pública. La
ceremonia, que comenzó a las cuatro de la tarde, reunió a las autoridades
municipales encabezadas por el alcalde don Pedro Esparza Martín, y a un gentío
que abarrotaba el recinto con emoción. Tras la bendición, una procesión
recorrió el caserío del Risco, adornado con flores y colchas en las azoteas,
mientras sonaban los acordes de la banda municipal de música dirigida por don
Enrique Asencio Ruano.
El acto tuvo además un carácter entrañable, pues fueron nombrados padrinos y madrinas vecinos muy queridos en la comunidad. Entre los padrinos figuraban don Juan Álamo Hernández, don Domingo del Rosario Álamo, don Salvador del Rosario Gil y don Francisco Álvarez Suárez. Como madrinas participaron doña Juana Álamo Ramos, doña Rosario Medina Dámaso y la maestra del lugar, doña Evarista Santana Martín. Todos ellos, junto a los vecinos que acompañaron la procesión, dieron al acontecimiento un aire solemne y festivo, mezcla de devoción y orgullo colectivo.
Aquella
jornada no solo significó la llegada de una imagen religiosa; fue también un
momento de unión, de identidad y de esperanza. En un tiempo en el que la vida
se sostenía con sacrificio y trabajo duro, la Virgen de la Medalla Milagrosa
vino a ser un símbolo de protección, amparo y futuro.
Hoy, más de
seis décadas después, la memoria de aquel 12 de octubre de 1959, sigue viva en
el barrio del Risco, la tierra donde vio la luz mi abuelo materno, Pedro Suárez
Martín. La Virgen continúa siendo venerada por los hijos y nietos de aquellos
risqueros que ya no están con nosotros.
En la actualidad el
barrio del Risco de Agaete vive cada primer domingo de octubre con especial
emoción las fiestas en honor a la Virgen de la Milagrosa, una celebración que
nació de la devoción que, como hemos relatado, surgió a mediados del siglo XX.
La llegada de la imagen al barrio supuso un símbolo de protección y esperanza
para una comunidad que vive entre el Faneque y el mar, marcada en aquellos años
por el pinar y la agricultura. Desde entonces, la festividad ha sido mucho más
que un calendario de actos: era la ocasión para reforzar lazos, compartir
alegrías y mantener viva la identidad de un espacio singular.
Las casas y las
pocas calles solían llenarse de música, y procesión, en un ambiente donde la fe
se unía a la convivencia. Las fiestas del Risco no eran solo religiosas,
también eran una cita de encuentro, de celebración sencilla y entrañable,
profundamente arraigada en la memoria colectiva de Agaete.
Este año, sin
embargo, la tradición se ha visto interrumpida. Por motivos administrativos y
políticos, las discrepancias entre la Policía Local y el Ayuntamiento, marcadas
por la negativa de los agentes a trabajar fuera de su horario reglamentado y la
falta de acuerdo institucional, no fue posible garantizar la seguridad de los festejos.
La consecuencia fue un barrio en silencio, donde otros años resonaban los
cantos de las verbenas y el bullicio de vecinos y visitantes.
Porque en Agaete,
las fiestas del Risco no son solo devoción: son memoria, cultura y futuro
compartido.
Bibliografía:
Testimonio don Luis Nuez del Rosario.
Archivo municipal de Agaete.
Fotos; archivo personal de don Teodoro Rodríguez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario