lunes, 20 de diciembre de 2021

CAMINO DE AGAETE AL VALLE

El camino y el Valle a finales del siglo XIX.

De siempre ha sido un sentimiento universal la necesidad de construir y perfeccionar los medios de comunicación para el progreso de la civilización y la riqueza, entre estos medios de comunicación están los caminos y senderos públicos, que unían entre sí los pueblos, vecindades y caseríos.
Como relatan las crónicas, a principios del siglo XIX, la villa solo era una larga calle con algunas viviendas en las laderas colindantes y que finalizaba en la casa de la familia de Armas, actual ayuntamiento, a partir de ahí comenzaba el camino vecinal al Valle. Esta senda unía la villa con sus principales barrios; San Pedro, Vecindad, El Sao y El Hornillo. Continuando en dirección al interior de la isla, hasta llegar a “barranco Hondo”, término municipal de Gáldar, donde enlazaba con otros a diferentes lugares de las medianías y cumbre de la isla.


Ya en 1848, en cumplimiento del real decreto de conservación y mejora de los caminos públicos, en los boletines oficiales aparece reseñado dicho camino.
Denominado “Camino del Valle”, partía desde el casco urbano de Agaete, finalizando en Barranco Hondo, jurisdicción de Gáldar. Con una anchura de 3 metros con 33 centímetros y una longitud de 11 kilómetros.


El transcurso del tiempo y las necesidades hicieron que una parte de los caminos se transformara en carreteras y eso fue lo que le sucedió a gran parte del viejo camino del Valle.
Primero fue la familia Manrique, que una vez que la carretera de Las Palmas, a finales del siglo XIX llegó al pueblo, la hicieron llegar a “Chapín” y a su casa de veraneo en Las Longueras, ampliando el viejo camino vecinal, para el paso de los nuevos vehículos a motor.

Casa veraniega de los Manrique, Las Longueras.

En los años veinte del pasado siglo se amplía el viejo sendero para el paso de carruajes hasta “las casas del camino”. Ya en la década de los años treinta del siglo XX, se continúa con las obras, llegando al hotel y balneario de los Berrazales a principios de la década de 1940.
En el inventario municipal de bienes públicos de 26 de noviembre de 1959, en la relación de caminos vecinales ya no existe el tramo Agaete-El Valle, al transformarse en carretera del estado, relacionándose el del Valle a Barranco Hondo y Artenara, en los siguientes términos:

Parte desde la Cruz de la Imagen (Camino vecinal desde Agaete hasta Los Berrazales) pasando por Las Cuevecillas, Barranquillo de la Culatilla al Sabillo, Casas del Camino, finca La Corcobada, Barranco Los Ríos, Las Vueltas y el pago del Sao, por el Lomo de Las Vueltas, El Bocado de La Cruz, Lomo y Lomo del Roque y por el pago del Hornillo, Cuesta de Los Perales, Los Canales, Montaña de La Zarza, hasta Piedra Blanca de este término.
Tiene una anchura de tres metros.

El camino en la zona de Los Berrazales años treinta.

Durante muchos años el tráfico moderado convivió con la utilización de la carretera por los viandantes. En la actualidad el aumento del parque móvil y del uso de la vía por senderistas y vecinos, al no haber otra alternativa para comunicarse con el Valle, hace su uso muy peligroso, tanto para unos como para otros. A esto hay que unir el aumento del turismo que busca contacto con la naturaleza y toda la riqueza cultural asociada a ella, lo que llamamos ecoturismo, a través de la práctica del senderismo entre otras actividades.


No hay lugar y paisaje más atractivo para estas actividades en la villa, que el espacio que va desde el casco urbano al final del Valle de Agaete.

Por todo lo expuesto, se hace más necesario que nunca la recuperación de un espacio, que un día la carretera nos arrebató, llamémoslo sendero, que una el casco de la villa con los ya existentes en el Valle.


Camino…, tan solitario y muerto que tienes el encanto de la recordación, y en tanto el automóvil recorre la montaña y espanta a los labriegos que viven en su entraña turbando el claro sueño con ronco despertar, yo revisto a mi espíritu con traje campesino y marcho solitario por el viejo camino, desde donde contemplo a mi puerto y mi mar, y si algún día el tiempo me borrara tu huella hallaré tus indicios guiado por la estrella de algún viejo recuerdo que nunca ha de faltar, o alguna piedra blanca que había en el sendero al observar mis dudas gritara: ¡Viajero!, éste fue tu camino y por él debes pasar."
(Francisco de Armas Medina, poeta de Agaete, 1896-1939).







domingo, 21 de noviembre de 2021

LOS ÁRBOLES QUE CONOCIERON A TENESOR SEMIDÁN, FERNANDO GUANARTEME.

El Guanarteme Tenesor Semidan, podía haber elegido cualquier lugar de la isla para él y los suyos tras pactar con los Reyes Católicos, la anexión pacifica de la isla a la corona de Castilla, pero eligió un lugar muy simbólico para nuestra villa y toda Gran Canaria, el Redondo de Guayedra.

Dicen que el tiempo va borrando las huellas del pasado. No obstante, en una parte de Guayedra el tiempo y sus huellas se han parado y aún perviven dos centenarios almácigos de edad desconocida, estoy convencido de que dieron cobijo al bautizado Fernando Guanarteme. 

El ciclo de vida de un árbol y su historia se miden a través de los anillos de su tronco. En uno de estos almácigos de Guayedra se observa, que en un pasado relativamente no muy lejano, dada lo apreciada de su madera, alguien corto una de sus gruesas ramas, dejando al descubierto sus anillos de crecimiento. Según los expertos en botánica, en este tronco de rama, se pueden contabilizar cerca de 400 anillos de crecimiento, por lo que podemos datarla en unos 400 años de antigüedad. La incógnita a resolver es la antigüedad del árbol madre; si una rama de más o menos un metro de perímetro se contabilizan cerca de 400 años de antigüedad, ¿Cuánto tendrá el árbol con un perímetro de tres o cuatro metros? La respuesta está por resolver, pero estoy convencido de que podíamos estar ante uno de los ejemplares arbóreos más antiguos de la isla y de toda Canarias, posiblemente sobre los 800 o más años de antigüedad.

A las diez razones para visitar la villa que la escritora de viajes inglesa Olivia Stone, en su libro de viajes, "Tenerife y sus seis satélites", relativo a la visita que efectúa a  Agaete en 1885; el valle, su pescado, sus iglesias, las abundantes aguas y nacientes, el buen clima, sus frutas, las necrópolis aborígenes, su puerto, sus comunicaciones,  habrá que añadir una más; "los abuelos de los árboles de Gran Canaria", los almácigos de Guayedra.

En la actualidad por estar en una propiedad privada, pendiente de la adecuación y una actuación del Cabildo en el lugar, para evitar el daño que se le puede hacer a los árboles y su entorno, no se pueden visitar, una vez adecuado el lugar, es de suponer que habrá un plan y un protocolo de visitas. Ese es el propósito de la propiedad, a la espera de que el Cabildo ultime la ordenanza de los árboles  singulares, cuyo catálogo se aprobó en pasado 15 de noviembre.

A los almácigos de Guayedra, podemos unir los centenarios pinos de la finca de La Laja en el Valle, la sabina de Tirma y toda una gama de árboles singulares de nuestro huerto de las flores, como parte de nuestro más valioso patrimonio a proteger.
Mientras tanto los almácigos de Guayedra; testigos mudos de nuestro glorioso pasado aborigen, de historias de brujas y chobicenas de Guayedra que me contaba mi abuelo de niño, llenos de cicatrices y arrugas como los  humanos cuando envejecemos, seguirán abrazando y aferrándose a las rocas que le rodean como si fuesen un viejo amigo del que no quieres despedirte nunca, transmitiendo la energía del cielo a la tierra, seguirán tapizando el suelo con sus hojas en otoño y renaciendo cada primavera, seguirán contemplando el paso del tiempo en ese lugar sagrado, propio para el retiro, la meditación y la reflexión, para conectarte con la naturaleza, Guayedra.




sábado, 13 de noviembre de 2021

EL AGAETE DE LOS AÑOS CUARENTA Y CINCUENTA EN LOS RECUERDOS DE JUAN SAAVEDRA, "EL MACHUCO".


Luisa y su hija Candelaria, al lado de la cesta, Magín, el de "Manuel niño y mana Ciona", mis bisabuelos.

Juan Saavedra García nace en 1942, en el corazón del barrio de San Sebastián de Agaete, en la calle Santa Rita, nieto de Domingo Saavedra, el que con un curioso suceso ocurrido en 1902, dio origen al apodo de una extensa familia, "los machucos". Desde muy niño se trasladó a vivir a la calle Antonio de Armas, antes calle del Carmen, donde se encuentra la antigua entrada al ayuntamiento. Se crio en la casa de Juana Medina Martín, hija de Rafael y seña Juana, conocida como "Juana la costurera". En su infancia vio como Juanita en su costura sita en la calle El Carmen, número 6, realizaba las banderas de las fiestas y los trajes para los papahuevos. Durante los meses previos a los festejos de Las Nieves, la costura era un trajín de mujeres, confeccionándose los trajes para estrenar en las fiestas, transcurrían los años cuarenta del pasado siglo. Se cuenta como anécdota que, un año para las fiestas de Las Nieves, el 4 de agosto los papahuevos estrenaron vestimenta realizada por Juanita, con una tela que coincidía con la que se habían hecho los trajes la gente de "Vegueta", calles de alrededor de la iglesia y donde vivían los vecinos más pudientes de la villa, aguándole las fiestas, decidiendo estas no estrenarlos el día 5 para la procesión por la coincidencia.    

Rememora que los papahuevos de dichos años se hacían por parejas, los primeros que recuerda eran; "el marinero y Maruca", padre e hija. Los siguientes fueron; "El quijote" y el corcovado", que era un carpintero de la villa, "el diablo, la vaca, el negro y la negra"...

La rama años cincuenta, bajando la calle Guayarmina.

En la rama del 4 de agosto solía salir una docena de papahuevos. La rama de aquellos años era organizada por su abuelo, Rafael Medina. Él dirigía el festejo y era el encargado de repartir el vino y el ron a los danzantes, que portaba sobre un burro en garrafones de cristal forrados de caña y mimbre.

Recuerda que los directores de la banda de música eran tres en aquellos años; Don Enrique el valenciano, Tomasito y Panchito el de titi, una gran banda de música. Según Juan, en una ocasión Don Enrique, que era un gran músico valenciano, le contó que en la banda solo había cuatro músicos; Manolo, Miguel, y los hermanos Díaz.

Las fiestas eran muy familiares y a ella acudían todos los agaetenses que habían tenido que emigrar.

Juan Saavedra García, "el machuco".

En aquellos años el agua corría por el barranco hacia el mar al menos diez meses al año, había naciente por todas partes y sobraba el agua, muchas veces los encargados de las fincas la echaban por las laderas y parrales, cubriéndose de toda clase de flores; amapolas, teheras, pajicos, con ellas, en semana santa hacían alfombras por las calles o se las tiraban desde las azoteas a las imágenes sagradas, "eran más linda que hoy que se hacen con serrín pintorreao y mucha gente prefiere irse a la playa", manifiesta Juan en tono triste.

De aquellos tiempos recuerda la víspera de reyes, el paseo de los tres reyes magos por las calles del pueblo a lomo de los camellos de los Manrique, que tenían su alpendre en lo que hoy en día conocemos como "vuelta el culo", cruce de San Nicolás-Las Nieves.

Para las fiestas se  traían las mejores  orquestas de las islas, recuerda la Orquesta Mejías o Teide de Arafo de Tenerife, con sus trompetas, saxo y vocalista. Los fuegos artificiales y los "fueguillos", que consistían en unas ruedas clavadas en un palo que daba vueltas dando unos silbidos y estadillos, se colocaban en el frontis de la iglesia.

En Las Nieves, en el lugar de la tienda de "Carmencita", frente a la ermita, estuvo la escuela, la maestra era de Guía o de Arucas, recuerda que era muy guapa, —un cuerpo como la reina pero con más carne y la cara redondita, parece que la estoy viendo hoy—. En esa escuela de la playa se estaba hasta los diez años y después se venía al grupo escolar del pueblo, donde había ocho clases, cuatro de niños y cuatro de niñas. Los primeros bares en Las Nieves los monta uno de Arucas.

Sigue Juan con su recorrido por aquel Agaete de finales de los cuarenta y principios de los cincuenta:

En el frontis de la iglesia se sentaba la gente cuando hacía calor hasta las tantas de la madrugada. Se gira a la derecha y pasamos el puente, más abajo por el lado del barranco; "la máquina, el almacén de don Salvador y el huerto de Juan panchurro". Bajando; "el puente viejo", donde cae el agua, los dos sifones, junto a ellos la casilla de madera del recorredor de agua, "maestro Juan el bigotú y su hermano Vicente". A la derecha, la tronera donde se hacen las dulas para repartir las aguas de las heredades y regar todas las plataneras hasta Las Nieves. A la derecha; en la entrada a la finca de doña Pura hay un eucalipto, que aún pervive en medio de una rotonda, ahí se saludan las imágenes de la virgen y San José cada cinco de agosto.

"El puente viejo", se ven los dos sifones  que elevaban el agua para regar las plataneras de la otra orilla de la carretera.

Tras la recta de las Candelarias llegamos al cruce de "los camellos" o de La Aldea, hoy le llaman "la vuelta el culo". En este lugar había otros dos sifones para elevar el agua a las fincas de la Palmita. 

Frente a la actual entrada a la urbanización El Palmeral, se encontraba la portal de entrada a la finca de la Palmita, allí se pesaba y se cargaban los plátanos, los racimos se pesaban con una báscula de tres patas y se embarcaba en los camiones de los almacenes, —les llamábamos fotingos o cajas de fósforo—, de llantas de radio y las ruedas menudas. En la entrada a la palmita había dos granaderos, que servían de referencia  cuando subía la virgen; ¿Por dónde va la virgen? —Por los granaderos—.

En Las Nieves en aquellos años solo habían cascajos y las playas con mucha arena negra, había gente que se dedicaban a comercializar con ella, —la traían hasta de Guayedra en botes a remos, los de Manuel el de Leonor y los de Sebastián Saavedra—, hasta que acabaron con ella. 

El muelle viejo prestaba un gran servicio en aquellos años, en él, en viejas embarcaciones de hierro se descargaba una multitud de piedras calizas procedentes de Fuerteventura y allí mismo se hacía la cal en unos hornos que estaban donde está la terraza del restaurante "dedo de dios" o se subían para el pueblo por el camino viejo. —Aprovechando la fogalera que se hacía para hacer la cal, colocábamos  los peces encima de las piedras para hacer asaderos—.


Las cañas de pescar las hacían con cañas que cogían de los abundantes cañaverales o de las que se usaban para los tomateros, con un alfiler doblado hacían los anzuelos o los compraban a una perra en la tienda de Cesarita, que estaba a la derecha de la ermita, como cebo se usaba carne de sardina o caballa. El pescado abundaba, bogas, sargos, ...

En esa época; por solo ver un poco de sangre de pescado o escamas en el suelo, nos multaba el guarda muelle, llamado Luisito el moyero, era el encargado de pesar las sardinas y todo el pescado para cobrar los impuestos.

En aquellos años salían camiones cargados de sardinas y bonitos de Agaete para las factorías de conservas de Las Palmas. La intermediaria que compraba todo el pescado era "Pinito la capitana o la borriquera, la madre de Loli, la que tiene la tienda frente al actual restaurante Las Nasas", —ella compraba todo si se lo echaban—.

"Pinito la borriquera"

Cuenta Juan; había cuatro chinchorros, cada uno con cuarenta hombres, los hilos y cabos eran de pita y mojados pensaba el diablo. 

Los hombres del chinchorro se llevaban una parte de la pesca, normalmente no pasaba de veinte kilos por cabeza y a los muchachos la cuarta parte, cinco kilos, toda la navegación era a remo, en ocasiones hasta Mogán para pescar albacoras.

Termina Juan;a veces se  me pone un nudo en la garganta en ver lo que era el pueblo y a lo que ha llegado.—


El Agaete de aquellos años, avión fumigando la plaga de langostas, fotograma del NODO.


Y así era la vida en aquel Agaete de los años cuarenta y cincuenta del pasado siglo, como nos ha contado Juan, vida de escasez y austeridad, de calles empedradas y sin agua en las casas, con luz solo unas horas  al anochecer, siempre que el motor de "Segundito" no fallara, sin alcantarillado y un largo etcétera de carencias. 

Curtido por el sol, el trabajo en la mar y los tomateros, con las huellas de una vida sacrificada en su rostro, pero con la mente lúcida, ahí sigue Juan, el machuco.










jueves, 23 de septiembre de 2021

AGAETE, TIERRA DE TEMBLORES, 1902.



Agaete principios del siglo XX, secadero de cochinilla en el huerto de "Los Julianes", actual parque de la escuela de música.

Antiguamente se tenía la creencia de que era el Teide, a través de sus “raíces”, el responsable de todos los movimientos; terremotos, y erupciones en todas las islas, que los avisos los mandaba por conducto de los temblores en Agaete, donde se decía que estaba la raíz más cercana de dicho volcán.
Hoy en día por el avance del saber científico sabemos que cada isla es un mundo en cuanto a vulcanismo se refiere y que eso de las "raíces del Teide", al que se le echaba todas las culpas, a pesar de que desde el siglo XVIII está dormido, era simplemente una leyenda o tal vez una de las consecuencias del eterno pleito insular.

                          

En el pasado, cada vez que Agaete temblaba, la gente salía a la calle a mirar para el Teide.

Los temblores son bastante frecuentes en la Villa, hoy sabemos que en su gran mayoría se deben al volcán de en medio, una zona en el fondo del océano con gran cantidad de actividad sísmica, a medio camino entre Tenerife y Gran Canaria.

Hay noticias desde mediados del siglo XIX de los movimientos sísmicos en la comarca, pero no es hasta noviembre de 1902, cuando tenemos el dato de los mayores temblores sentidos por la población. Los pequeños terremotos comenzaron a principios de dicho mes, poniendo en aviso a los moradores, culminando con un gran temblor la noche del 26. A la mañana siguiente los habitantes de Agaete, desde sus observatorios particulares, dícese azoteas, no hicieron sino dirigir sus miradas hacia el vecino omnipresente, el pico Teide, a ver si humeaba o daba alguna otra señal.

Un cronista de la época, tras entrevistar a un inteligente agaetense “en materia cósmica”, en tono jocoso, se atrevió a dictar las siguientes normas precautorias:

1. Que se vigile el Pico y tan pronto en su cono se divise humo, echar al vuelo las campanas de la iglesia y sacar en procesión al sargento de la guardia municipal, sable en mano.

2. Dormir vestidos y con un ojo abierto y otro cerrado y las puertas y ventanas de par en par.

3. Ser parcos en la alimentación y en los placeres para tener más ágiles las piernas.

4. Que la junta de autoridades declare la villa en estado de alarma y organice una ronda permanente para avisos domiciliarios.

5. Que se depositen en lugar seguro los objetos de valor y los niños, el archivo del Ayuntamiento y el juzgado municipal con su alguacil.

6. Que se prohíba, bajo severas penas la blasfemia, por más que allí no es frecuente incurrir en ese feo vicio.

7. Suprimir el telégrafo y el telegrafista, dado que la electricidad constituye un peligro.

Y 8. Asegurar en La Previsora, de Barcelona, la vida de los habitantes como medio infalible de no perderlo todo en caso de hecatombe.

Estos temblores no solo desataron el pánico en Agaete, sino en casi toda la isla, llevando a enfermar del estómago a muchas personas por el susto y posteriores nervios, acabándose la “tila” en la localidad.

El cinco de enero de 1909, por la noche se produjo otro gran temblor, causando daños en numerosas viviendas y mucho temor en la población que corrió justo a donde no tenían que correr, dirección Las Nieves, pues era creencia que junto al mar los efectos eran menores. Según la prensa de la época, previamente pusieron a buen resguardo; "sus ajuares y sus riquezas; cochinilla y cereales". Este fue muy sentido en Tenerife donde según las crónicas “la tierra parecía que la removían de abajo hacia arriba”.

Otros de los que hay datos ocurrieron en abril de 1911; en febrero de 1916; y muchos más de menor importancia.

El último de gran notoriedad, ocurrió a las tres y media de la madrugada del 9 de mayo de 1989,  interrumpió el sueño de los agaetenses y de toda la comarca norte, saliendo la gente a la calle en medio de la oscuridad, ya que el fuerte temblor hizo saltar los plomos y el suministro eléctrico a la localidad.
La Provincia 10 de mayo de 1989.

Es el seísmo de mayor grado que ha soportado las islas desde que tenemos datos, 5,3. Apenas duró seis segundos, suficientes para despertar a la villa donde se cayeron algunos muebles en el interior de las viviendas.

Este tuvo hasta sus teorías conspirativas y así lo publicaba el diario de Las Palmas el 9 de mayo de 1989: Por último, en horas cercanas al mediodía de hoy, una persona con acento extranjero y que no quiso identificarse llamó a este periódico para decir que «esto podría ser una maniobra política por la presencia de Kasparov y de Barríonuevo en las islas». Este curioso personaje añadió que había trabajado en una comisión de energía atómica para su país y que este fenómeno sucede con cierta frecuencia.

 O esta otra muy curiosa y que publica la Provincia el 10 de mayo de 1989, en medio del pleito insular por la universidad:

En los municipios grancanarios donde más se sintió el temblor de tierra —Guía, Gáldar y Agaete—, la mayoría de la gente comentaba, ya sin temor en sus labios, que el suceso: «fue obra de los chicharreros, que no quieren que tengamos Universidad».

No hubo más daños que unas 500 gallinas que murieron del susto en Piso Firme, según la prensa de la época.

Como dice la canción somos, salitre y lava, eso en Agaete es evidente. Hace unos dos mil años que la última colada de lava atravesó el valle de la villa en dirección al mar, espero que pasen muchos miles más. Aquí nacimos y aquí queremos morir, es lo que nos ha tocado y debemos de acostumbrarnos a convivir con los volcanes.

¡FUERZA LA PALMA! (redactado durante la erupción del volcán "cumbre vieja")


martes, 24 de agosto de 2021

AGAETE 1932, EL ALCALDE QUE OPINABA QUE EL EXCESO DE MUJERES (3), "SERVÍA PARA AMARRAR TOMATEROS".


Agaete 1932.

La historia está toda escrita o en el recuerdo de los que la vivieron. De vez en cuando hay que rescatarla del olvido y eso es lo que hago en esta entrada, reviviendo el Agaete de finales del año 1932, casi dos años después de instaurada la II República, a través de las crónicas de los viajeros de la época y otros documentos.

En 1932, el aspecto de la villa es antiguo y un tanto ajado, calles estrechas, la mayoría empedradas a la usanza de otros tiempos; con piedras de las playas. Ya existen algunas asfaltadas o "enchinadas" como se decía antiguamente.

El alcalde constitucional, Don José Armas Galván, se encuentra cesado desde el mes de junio; por un incidente relativo a un mitin político (Historia del movimiento obrero SOVA). Hace de alcalde accidental Don Antonio Bermúdez Martín, un hombre sencillo y campechano. Para él, la alcaldía es un "estorbo", un compromiso y así se lo hace saber a los viajeros. Le comunican que don "Pepito Armas", el alcalde suspendido, a falta de su publicación, ya ha sido repuesto por el gobierno de la nación, cosa que le agrada a don Antonio Bermúdez; "siempre que sea dentro de la legalidad". Don Antonio no suelta prenda sobre su filiación política, cosa que importa poco en los pueblos, él solo se dedica a trabajar por la villa y hacer producir la tierra que es lo que les interesa a los vecinos.

Nos presenta al secretario, Don Santiago S. León, el cual nos informa de todos los pormenores y datos de la villa.

El pueblo cuenta con 4.349 habitantes, de ellos 2.173 son varones y 2.176 mujeres, las fuerzas están equilibradas. Por lo que se ve van ganando las mujeres por un pequeño margen de tres. Según los viajeros: "no son muchas, pero en ocasiones tres mujeres solteronas hablando arman más ruido que un regimiento en marcha".

No obstante, el alcalde y el secretario están conformes con que sobren mujeres. Preguntados el por qué, el alcalde nos dijo que servían para amarrar tomateros, y el secretario eludió la respuesta."

Los visitantes recorren la calle principal, paran frente al casino "La Luz" (actual centro cultural), en el que la juventud dominguera distrae sus ocios y en corrillos comentan los pequeños incidentes del campo; el precio de los plátanos, el estado de los tomateros, la medida del agua... Otros miran para las jovencitas, que muy serias y sin aparentar darse cuenta de la asiduidad del enamorado desean impaciente que el joven se decida y le envíe la consabida carta, que responderán  dando esperanzas, pero diciendo: "aún es muy joven y que lo debe reflexionar", como si en las cosas del corazón hubiera cabida para la reflexión.

Los concejales de aquel final de año de 1932, son los siguientes: 

Don Sebastián Álamo Quintana, don Valentín Armas Nuez, don Agustín Álamo Nuez, don Sebastián. Martín Perera, don José Dámaso Álamo, don Antonio Suárez García, don Juan García Mendoza, don Cristóbal Cruz García, don Francisco Ramos Medina y don Francisco García Perdomo.

A pesar de la riqueza del valle de Agaete, desde el mismo mar, hasta el municipio de Artenara, prácticamente todo está en manos de cuatro forasteros que ni siquiera aparecen por el pueblo.

Valle de Agaete, las casas del camino, años treinta del pasado siglo.

El presupuesto municipal asciende a 38.192,85 pesetas, menos de 230 euros de los actuales. En propiedades u otros bienes municipales, es el más pobre de toda la isla o uno de los más. Solo cuenta con un edificio para plaza de mercado y otro para pescadería, hasta el ayuntamiento es alquilado. 
Además; cuenta con un censo reservativo cuyo capital es de 837,50 pesetas; una renta anual producto de ese capital de 18,75 pesetas; una emisión de deuda pública cuya capital es de 1.318,69 pesetas, que produce 52,74 pesetas anuales. Por lo que el total de las rentas del Ayuntamiento suman la "fabulosa" cantidad de 71,49 pesetas, no dan ni para pagar el alquiler de un mes de la casa consistorial, propiedad de la familia de Armas, 100 pesetas mensuales. 
A pesar de que prácticamente no tiene ingresos, desde la llegada de la república se han creado seis escuelas; dos unitarias de niñas, dos unitarias de niños, así como dos mixtas regentadas por maestras. Todas con sus bancos y mesas.

Niños en la escuela situada en la planta baja del actual ayuntamiento, 1932.

En aquel año se proyecta un matadero en la esquina del barranco del huerto de las flores, se da un riego de betún asfaltico a varias calles y se planifica comenzar  con el alcantarillado del casco urbano. 

La gente era tan pobre que no tenía ni para pagar impuestos. ¿Y cómo se financia un ayuntamiento tan pobre? Para los creyentes, de milagro. La gente tenía que comer, y se formalizó un sistema contributivo basado en el impuesto al consumo que solo existía en Agaete y San Nicolás, un impuesto que gravaba todas las mercancías y alimentos que se vendían en el pueblo, sistema que daba lugar a mucha picaresca y mucha corruptela, que llevó a más de un recaudador a los tribunales.

La villa tiene agua en abundancia para abasto público, que se trae mediante tuberías desde el manantial del "Caidero" hasta la fuente de "Los Chorros".

Tiene luz eléctrica de un motor en horas de oscuridad y para quien la pueda pagar. Dispone de oficina de correos y telégrafos. La vida es patriarcal y tranquila. La guardia municipal casi no tiene trabajo, la convivencia es extraordinaria, casi no la hace necesaria.

Por aquellos tiempos existía por todo el país la manía de pegarle fuego a las iglesias y a las cosas divinas, por eso en aquel año la Virgen de Las Nieves y el resto del tríptico del mejor pintor de Flandes, dormían envueltos en sábanas debajo de la cama del cura párroco, don Juan Hernandez Quintana, en la casa parroquial de la iglesia matriz de la Concepción.

El motor de la villa, además de la agricultura, es el puerto de Las Nieves, por donde sale toda la producción de la zona con destino a Tenerife y Las Palmas. Por aquellos años ya se pedía una ampliación del puerto y parece que existía un avanzado proyecto. Ampliación y mejora que no llegó hasta transcurridos sesenta años, no sin la oposición de una parte de la villa, como siempre sucede con las cosas en Agaete.

Otras de las peticiones de los agaetenses de aquella época es que se repare y asfalte la carretera con Galdar, peligrosa y con múltiples accidentes a pesar del escaso número de vehículos que la transitan.

Y así era aquel Agaete de 1932, segundo año de la república; caciquil, patriarcal, gente humilde y laboriosa, a pesar de todo; alegre y divertido, acogedor y agradecido con los que nos visitan.


Alcalde Don José Armas Galván.

Bibliografía:
Archivo municipal de Agaete y prensa de la época a través del portal Jable. 


domingo, 18 de julio de 2021

AGAETE 4 DE JUNIO DE 1957, UNO DE LOS HALLAZGOS MÁS IMPORTANTE DE LA ARQUEOLOGÍA EN CANARIAS.

El párroco D, Manuel Alonso Lujan, el comisario de excavaciones arqueológicas D.  Sebastián. Jiménez, el alcalde de Agaete, D. Pedro Esparza y niños de la villa, dentro del túmulo donde se encontró el sarcófago aborigen, Junio de 1957. (Historias y personajes de Agaete)


Empezaba a caer la tarde de aquel caluroso martes día 4 de junio de 1957, la cuadrilla bajo la dirección de Antonio Mendoza Medina, realizaba trabajos de allanamiento en los terreno que en la actualidad ocupa el estanque conocido por "mareta de los García", frente al hotel "Puerto de Las Nieves", propiedad de los hermanos Juan y Francisco García Martín, antiguamente dentro de la hacienda denominada "Casa Fuerte de Agaete". 
El Maipéz de abajo antes de  ser desbaratados los túmulos para ganar terrenos con destino a la construcción y agricultura. (FEDAC años treinta del siglo XX)

El lugar conocido como Maipéz de abajo, es un terreno compuesto de escorias volcánicas cercano a la playa, donde los antiguos canarios que habitaban las laderas del  valle de Agaete enterraban sus muertos. 
Según las crónicas y los testigos que aún viven, habían cientos de túmulos funerarios, que fueron desapareciendo a medida que el crecimiento de las explotaciones agrícolas y las necesidades urbanísticas del Puerto de Las Nieves necesitaban los terrenos.
Los túmulos eran construcciones troncocónicas, en su interior se hacia una oquedad o cripta con la misma roca volcánica o cascajo, para depositar el cadáver, los había de hasta dos metros de altura y hasta seis metros de diámetro.
Aquella tarde de junio de 1957, la casualidad hizo que mientras los obreros desbarataban los antiguos túmulos funerarios de los aborígenes canarios, algunos con más de mil años de antigüedad, pues no había conciencia sobre el valor histórico de los mismos, con el fin de convertir la necrópolis en terrenos de cultivo de plataneras y construir un gigantesco estanque de 5.700 m2, un trabajador observó que debajo de los cascajos se veía lo que parecía un tablado de vigas de madera, lo puso en conocimiento del encargado Antonio Mendoza, que procedió a quitar las piedras, observando que debajo de los gruesos tablones había lo que parecía un tronco de madera en forma de ataúd, nada parecido a las decenas de túmulos que con anterioridad habían destruido para explanar el terreno. 
Llevados por la curiosidad y el carácter "goleor" de los culetos, o tal vez esperando encontrar un tesoro que los sacaran de la miseria imperante, procedieron a destapar el sarcófago, observando en el interior restos óseos de un cuerpo humano. Sorprendidos por el hallazgo, tras discutir que hacer, decidieron parar los trabajos y ponerlo en conocimiento del alcalde, Don Pedro Esparza Martín.
Recreación de cómo fue encontrado el túmulo del sarcófago

El alcalde sabedor de la importancia del hallazgo, rápidamente lo pone en conocimiento del Director provincial de excavaciones arqueológicas, D. Sebastián Jiménez Sánchez, conocedor de la zona en la que ya había excavado anteriormente. Jiménez Sánchez a la mayor brevedad se personó en Agaete, procediendo a hacerse cargo del sarcófago y demás restos encontrados que fueron trasladados al museo canario de Las Palmas para su estudio y exposición.
Mientras estuvieron los restos en el lugar, todo el pueblo peregrinó "pa´ abajo a goler" como decimos los agaetenses, empezando por el párroco D. Manuel Alonso Luján que se inmortalizó en la fotografía del encabezamiento dentro del túmulo, las primeras en llegar fueron las muchachas de los cercanos almacenes de empaquetado de Don Antonio Rodríguez en la "Fontesanta" y de los Manrique en Las Nieves.

El enterramiento tenía forma circular troncocónica, el sarcófago descansaba en una cista o nicho de piedras de forma rectangular, cubierto por dieciséis vigas de madera que hacían la función de techo y sobre éstas, rocas volcánicas o cascajos conformaban el túmulo. La cista o cajón funerario es de 2,54 metros de longitud, con anchos de 84 y 78 centímetros en la cabecera y pié respectivamente, presentando un alto de 86 centímetros. El sarcófago de estructura abarquillada recuerda a la de una piragua. Las dimensiones son; largo interior dos metros, anchos interiores de 39 a 42 centímetros. La longitud externa es de 2 ,39 metros, con un alto de 43 centímetros. La cabecera u orientación del féretro era al norte. Es curioso el cierre del ataúd, lo forma una tabla de unos cuatro a cinco centímetros de grosor que encajona en unos rebordes. Su cierre lo hace por la cabecera con dos punzones o clavijas de tea o madera de pino, de 12 a 14 ctms. de longitud, uno a cada lado, en tanto que por el pie del féretro queda fijada aquélla con dos punzones horizontales.
"En el interior del mismo aparecieron restos humanos de un solo individuo, pero muy deteriorados. Del cráneo se conserva una buena parte de la bóveda con el frontal muy pequeño y arcos superciliares, la mandíbula inferior presenta reabsorción alveolar en los molares del lado izquierdo. Conservaba dos dientes. Los demás huesos aparecen mutilados o deshechos. Ningún otro material de ajuar funerario fue encontrado dentro, sólo cenizas y areniscas."




La empalizada o techo horizontal que cubría el cajón pétreo funerario la componían dieciséis vigas redondeadas, de unos 2 a 2,25 metros de largo, correspondientes a ramas de pino canario. Aunque la madera de este árbol de la flora autóctona es duradera, buena parte de estas vigas y aún del mismo féretro aparecen como bizcochadas. Las más sanas, al hacer en ellas una incisión, aún conservaban el clásico olor de la tea, según los testimonios de los testigos.
El monumento tumular troncocónico, erigido con cascajos de lava, alcanzó una altura de 1,50 metros, en tanto que su ancho máximo pudo alcanzar los 2,75 metros.
A juzgar por la importancia del féretro debió pertenecer a un elevado personaje político, de rango social, suprema Jerarquía religiosa o a mujer de marcada Influencia y veneración. Este tipo de féretro se considera como excepcional, pues aparte de estar completísimo, hasta el momento no se ha descubierto otro igual.
Ante la técnica constructiva de este extraño féretro y teniendo en cuenta que los aborígenes canarios carecían de especiales herramientas, sólo tahonas y hachas de mano, toscamente labradas en piedra, no conocían los metales, surge la apreciación de si ellos construían sus ataúdes y mortajas con anticipación al hecho del óbito o si por el contrario su construcción la hacían los familiares después de ocurrido el fallecimiento y de obtenida la momificación.
En algunas de las vigas de tea se apreciaron abundantes huellas de carbonización.

La antigüedad efectiva o aproximada de las maderas se dataron a través de la técnica del Carbono 14, en los Laboratorios del Seminario de Historia Primitiva del Hombre de la Universidad de Madrid, en el siglo VIII después de Cristo. Modernas dataciones lo sitúan entorno al siglo XI, más de mil años de antigüedad de éste  o ésta agaetense que al parecer debió de ser ilustre.
El valioso material  fue trasladado y se encuentra expuesto en la actualidad en el Museo Canario  de Las Palmas.
Como anécdota, el día que se los llevaron para Las Palmas, un grupo de entonces jóvenes que pertenecían a un grupo de teatro del pueblo, entre ellos Pepe Dámaso, Pilar Cruz, el "Nene", Manolo Barroso y unos cuantos más, organizaron un duelo simulado, fueron detrás del camión que se llevaba el sarcófago con llantos, despidiéndose con agite de pañuelos en las "Chisqueras".
 

Este acontecimiento  fue uno de los mayores hallazgo  de carácter arqueológico de la historia de Canarias y   tuvo en vilo a la villa de Agaete en aquellos días.
Si bien lamentablemente el Maipéz de abajo desapareció bajo el cemento y los escombros, afortunadamente hoy en día contamos con el espacio del Maipéz de arriba, recuperado en buena parte, convertido en un parque arqueológico de los mejores de Canarias, con un magnífico centro de interpretación, abierto al público de martes a domingo.

Túmulos del Maipéz de arriba en la actualidad.


Pintura del artista canario Martín Robaina González, donde se recrea la construcción de un sarcofago por los antiguos canarios.


Bibliografía consultada:
Revista Historia Canaria, año 1957-01
Prensa de la época. (ULPGC)
Diario La Falange 8-06-57

viernes, 11 de junio de 2021

LA GESTA DE CONSTRUIR UNA ERMITA EN 18 DÍAS, EL HORNILLO AGAETE 1963.

 


El 15 de marzo de 1963, el Gobernador Civil de la provincia don Antonio Avendaño Porrúa, giró visita al barrio del Hornillo de Agaete, los cerca de 242 habitantes del pago y sus alrededores le expusieron las necesidades del apartado lugar, entre otras; las mejoras de los accesos y la finalización de la construcción  de una ermita donde poder horrar a la patrona del caserío, Santa Teresita del niño Jesús, cuya imagen se veneraba desde los años cincuenta que, a falta de un lugar de culto se encontraba en la escuela pública, donde esporádicamente se realizaba alguna misa.
En esa visita, la entonces primera autoridad de la isla les prometió la finalización de la ermita y el estudio de la construcción de una pista de acceso desde la presa de los Pérez.
Las obras de la ermita se adjudicaron rápidamente, construyéndose en un solar anexo a la escuela. 

Eran tanta las ansias de tener una iglesia de los vecinos que se propusieron que, el último domingo del mes de junio, cuando el barrio solía tener la costumbre de celebrar la festividad de la santa, la ermita estuviera terminada y lista para el culto.
En la construcción, además de la contrata, participó todo el barrio y en un tiempo récord de dieciocho días de trabajo, la ermita ya estaba lista para su inauguración. 
El templo constaba de unos 130 metros cuadrados, con sacristía, airoso campanario y baptisterio.

El domingo 23 de junio de 1963, tres meses después de la promesa, siendo alcalde de la villa don Andrés Rodríguez Martín, a las once de la mañana se presentó en el pintoresco y engalanado lugar toda la plana mayor del "movimiento" en la isla, gobernador civil, presidente del cabildo y un sinfín de autoridades, alcaldes de Agaete y Moya incluidos. Teniendo lugar la inauguración y bendición del nuevo templo por el párroco del Valle, Rvdo. don Juan Marrero Rodríguez, auxiliado por el Rvdo. don Teodoro Rodríguez, párroco de la Nuestra Señora de la Concepción de Agaete. A continuación, tras la primera misa en el templo, Santa Teresita, a los sones de la banda de Agaete salió en procesión por los tortuosos caminos del barrio. Inaugurándose a la vez una vistosa plaza delante de la ermita.
Es de destacar el donativo de una dama anónima de Las Palmas, con el que se compró todo el mobiliario y los ornamentos litúrgicos. 
Con esta gesta de construir prácticamente todo el templo en 18 días, los vecinos del Hornillo dejaron muy atrás  el anterior récord que estaba en sus vecinos del Valle, que construyeron sesenta años antes  la ermita de San Pedro en tres meses, eso si, hay que reconocer que la tecnología y los materiales habían avanzado algo (no mucho).
La fe además de mover montañas mueve; ladrillos, bloques y cemento.







Años setenta del pasado siglo.
1979.

La ermita en la actualidad.


Bibliografía:
Archivo municipal de Agaete.