Dentro del marco del famoso pleito aldeano, entre 1875 y 1876, el cacique de turno Marques de Villanueva del Prado, que controlaba todo a través de sus administradores, incluida la alcaldía y la justicia, estaba consiguiendo el desahucio de arrendatarios medianeros indefinidos de sus fincas, unas veces mediante precio y otras mediante sobornos y amenazas, por lo que los ánimos de los aldeanos se caldearon y decidieron que la única manera de acabar con aquel despropósito era terminando con la vida del Alcalde, del Secretario del ayuntamiento y Juzgado municipal D. Diego Remón de la Rosa, vendidos a los intereses del Marqués.
Parece que algunos aldeanos conspiraron y acordaron "contratar" a tres vecinos para el menester de mandar al otro mundo a los susodichos, Alejandro Jorge, Francisco Segura y Crisanto Espino.
D. Diego Remón, salio de la Aldea en Dirección a Agaete entre las nueves y las diez de la mañana del 19 de marzo de 1876, día de San José, con la intención de hacer parada en la villa marinera para entrevistarse con el influyente propietario de tierras, empresario y Capitán de Armas de Agaete, adscrito al regimiento de Guía, D. Antonio de Armas y Jiménez, y continuar para Guía con el objeto de trámites judiciales relativos a los desahucios. El señor Remón montaba un caballo blanco propiedad de un tal Juan Magdalena, cuyo verdadero nombre y apellidos es José Segura Afonso, al que se lo había pedido prestado para el trayecto. Previamente al viaje el secretario había recorrido el pueblo intentado encontrar alguien para que le acompañase, sabedor de que tenía muchos enemigos por sus modales profesionales poco éticos, no gozaba de ninguna simpatía entre los aldeanos, era consciente de las amenazas sobre su persona y su vida, lo que hizo que toda la Aldea supiera que esa mañana de domingo iba a desplazarse por el camino de Tirma rumbo a Agaete.
No encontró a nadie que le acompañara, al final convenció a un muchacho llamado José Jiménez, entregándole a este unas alforjas con varias piezas de ropa, un trozo de pan, un trozo de carne frita, una cebadera con millo para el caballo y una botella de agua. Los dos partieron juntos, enfilaron el camino del "Furel" y subieron la cuesta que lleva al "corral blanco". El muchacho siempre fue detrás del caballo como unos veinte pasos, en un punto del camino el secretario le dijo que cogiera el atajo del "Güiguillo", ya que el caballo no pasaba y lo esperara en la "Cruz del Tabaibal" y allí se reunirían nuevamente.
El Tabaibal.
Según la declaración judicial del muchacho, estuvo esperando dos horas y como no aparecía el secretario, se dirigió a Agaete, suponiendo que D. Diego lo había adelantado, dirigiéndose a la casa de D. Antonio de Armas (actual ayuntamiento), ya que el secretario le había comunicado que pararían allí unas horas para tratar unos asuntos, después de entrevistarse con D. Antonio este le manifestó que por allí no había pasado D. Diego Remón, por lo que decidió seguir rumbo a Guía donde preguntó si había aparecido por allí el secretario de la Aldea, teniendo la negativa por respuesta. Como la noche se le echaba encima se dirigió a la Atalaya, donde tenía un conocido llamado "Juan el de la hoya el ñame", pernotando en el domicilio. A la mañana siguiente, aclarando el día emprendió el regreso a la Aldea por el mismo recorrido, sin parar y sin volver a preguntar por el secretario. El camino lo hizo solo hasta Agaete, pero al subir por el "lomo el manco", se unió con un paisano más, "Antonio Chasquilla", al que no le comentó nada, pensando que D. Diego Remón había vuelto para la Aldea por algún motivo.
Tirma.
Al llegar a la Aldea cerca del medio día, se dirigió a la casa del secretario a ver si sabían algo, por la calle se cruzó con un tal Wescenlado Armas, que le comunicó que no fuera, no había nadie, al pasar por la plaza había mucha gente reunida y todos le preguntaban por el secretario, contestando que le dijo que fuese por el atajo del Güiguillo y que no lo volvió a ver, el joven empezó a sospechar que algo raro había ocurrido, pues todos lo miraban raramente.
A las cuatro de la tarde del lunes 20 de marzo de 1876, se personaron en el juzgado de paz de la Aldea, Nicolás Pablo Segura y su esposa María Dolores de Sosa, comunicándole al Juez de Paz que venían de barranco Hondo de Artenara y que al llegar a la parte baja del camino que conduce a San Nicolás, en el punto que le dicen Barranquillo del Charco de los Negros, habían encontrada el cadáver de un hombre que no conocieron, junto a él un saco de abrigo y un caballo blanco aparejado con silla y frontón, atado a una mata de "gamona". Reconocieron el caballo como el de su vecino José Segura, por lo que un pastor que estaba por la zona les recomendó que se lo llevasen para el pueblo, colocándole encima el saco de abrigo para presentarlo a la autoridad.
El Juez de Paz inmediatamente reconoció que el caballo y el abrigo eran los que el día anterior, sobre las diez de la mañana, llevaba el secretario Remón cuando partió para Agaete.
El juez municipal rápidamente dio parte al Juzgado de Primera Instancia de Guía, el cual ordenó de inmediato que el Fiscal, el cirujano médico, un escribiente y un alguacil, se dirigieran al pago de Tirma, llegaron ya avanzada la noche al lugar de los hechos, Barranquillo del Salado que baja del Carreño, llamado también del Negro o de los Negros, zona despoblada.
Al llegar encontraron en el lugar al Juez de Paz de Artenara con varios paisanos. Junto al camino que va de San Nicolás a Artenara y Agaete se encontraba tendido el cuerpo del Secretario Remón, certificando el médico que llevaba muerto más de cuarenta y ocho horas.
Lugar de los hechos, barranquillo del Carreño, hoy conocido por barranquillo del Secretario.
Al llegar encontraron en el lugar al Juez de Paz de Artenara con varios paisanos. Junto al camino que va de San Nicolás a Artenara y Agaete se encontraba tendido el cuerpo del Secretario Remón, certificando el médico que llevaba muerto más de cuarenta y ocho horas.
El fiscal y el alguacil comenzaron sobre la marcha con las primeras diligencia para resolver el caso. Tras una inspección ocular del lugar y del cadáver, comprobaron que llevaba consigo documentos, un revólver cargado con seis proyectiles, un monedero con una onza de oro acuñada, un reloj con cadena de plata, unas sortijas, y varios efectos más, por lo que rápidamente llegaron a la conclusión de que no se trataba de un simple robo que era lo habitual, en esta muerte violenta había algo más, posiblemente una cruel venganza con ensañamiento por el aspecto que presentaba el cadáver. Al lado del difunto, junto a la cabeza, dos grandes piedras ensangrentadas y a unos pasos una vara afilada con la punta manchada de sangre, en los alrededores las plantas aplastada, haciendo pensar que el secretario pudo defenderse de sus asaltantes. A diez pasos del cadáver en el barranquillo, una oquedad tapada con ramas recientemente cortadas, pudo ser donde se escondieran los posibles asaltantes para sorprenderlo.
El cadáver fue trasladado a la Aldea, donde el médico cirujano D. Blas Lujan le realiza la autopsia que el sumario relata así en los términos propios y precisos de la medicina legal, las lesiones y contusiones de la cabeza, el cuello, brazo, costado izquierdo, mano derecha y lóbulo inferior del costado izquierdo, expresando: "Que la bóveda cromiana está toda mutilada, rotos sus huesos parietales, temporal, frontal y occipital; destruida la comisura de la boca y rotos además tres incisivos y un canino de la parte superior de la misma, rota también la costilla séptima del costado izquierdo, el húmero del brazo del mismo lado con una fractura conminuta, y el lóbulo del pulmón interesado, por proyectiles de munición disparados a corta distancia. Causadas las lesiones por armas de fuego y objetos contundentes y cortantes. Concluyendo que la muerte fue instantánea por arma de fuego y aplastamiento de los huesos del cráneo, que hubo ensañamiento al tiempo de darla."
(Reconstrucción)
El Juez de Primera Instancia comenzó a tomar declaraciones, siendo la primera interrogada la esposa del finado, Doña Clara Rodríguez, que a pesar del enorme dolor y desgracia que se le venía encima relató los pormenores de la marcha de su marido el domingo día 19 de marzo y quien le acompañaba, procediéndose a la detención del joven José Jiménez de 21 años, como principal sospechoso o como al menos tener conocimiento de quienes fueron los autores.
La viuda del secretario no tenía dudas, conocía muy bien a su esposo y entre ellos no había secretos, manifestó al juez todos los asuntos y personas que tenían litigios con su difunto esposo, en especial la relación de Remón con el administrador de las tierras del Marqués de Villanueva del Prado, D. Marcial Melián y Chiappi, el estar apremiando a los vecinos con el pago de las contribuciones, el haber su marido empezado a hacer notificaciones de desahucio, la mayoría de ellos medianeros de las tierras del Marqués, y también por la cuestión promovida como consecuencia de un pozo y molino de viento que había construido un tal D. Domingo Aguiar, lo cual le hacía presumir y había escuchado a los mismos vecinos, que su difunto marido se mostraba muy hostil en los asuntos públicos con ellos, habiéndose creado numerosos enemigos, sobre todo por el interés que tomaba en los asuntos de la casa del Marqués, que si bien exteriormente dichos vecinos se mostraban benévolos hacia su marido, no así abrigaban buenas intenciones respecto del mismo por sus actos como funcionario público.
El Alcalde y el Juez Municipal se manifestaron en los mismos términos, manifestando todos que la muerte de Remón obedeció al expediente para el cobro de contribuciones, en el que en ocasiones había pedido el auxilio de la fuerza armada, y segundo la intervención del secretario Remón en los expedientes y actuaciones para el cobro a los vecinos deudores.
También declaró la viuda de Remón, y debió ser cierto aunque no se haya probado por ser una conversación particular entre el marido y la mujer, que diez y nueve días antes del suceso le contó su marido que cuando había ido al barrio llamado El Hoyo, a notificar desahucios a algunos medianeros del Marqués Nava, al regresar ya de noche se se le presentaron en el camino cuatro hombres con la cara cubierta con pañuelos y cuchillos en mano, le quitaron las notificaciones de desahucio que había hecho aquel día.
Se tomó manifestación a D. Antonio Remón y Rodríguez, hijo del D. Diego, que manifestó en los mismos términos, declarando que en la Aldea no se quería bien a su padre por recaudar los tributos y haber requerido la fuerza armada en ocasiones para hacerlos efectivos, así como por los desahucio de los medianeros del Marqués.
Se tomó declaración a casi la totalidad de los 400 vecinos de la Aldea de San Nicolás, la mayoría se hicieron los "zorruos", declarando no saber nada del asunto, si bien varios declararon en igual sentido que la esposa, hijo, alcalde y Juez de Paz, en la causa hay numerosos documentos que confirman y ratifican las declaraciones.
En relación con los interrogatorios del fiscal a los aldeanos, que todos contestaron por el estilo, se hizo muy popular unas frases; "Mataron al secretario, eso dicen, ¿y como lo sabe?, me lo acaba de decir usted".
Entre los documentos es de resaltar uno que se encontró en el bolsillo de las ropas que vestía el asesinado, referente al impartimiento de auxilios para el cobro de las contribuciones, el certificado de los expedientes de apremio y la lista de los deudores y de sus cuotas en deber, sospechándose que el viaje era con intención de pedir auxilio de la fuerza acuartelada en Guía para el cumplimiento de los desahucios.
Al final pese a la nula colaboración de los aldeanos, como toda información tiene un precio, se terminó por dar con los autores materiales del hecho, y parte de sus cómplices, encubridores y promotores.
Según la tradición oral fue un niño que vivía en unas cuevas próximas, quien tras escuchar los disparos se asomó y vio toda la escena del asesinato, tiempo después su padrastro, del que recibía malos tratos, lo amenazó "con pegarle dos tiros como había hecho Santos con el secretario" y lo puso en conocimiento de las autoridades.
Tras las gestiones se procedió a la detención y procesamiento de; José Jiménez, conocido como Ventura, de 21 años, Antonio María del Pino González, de 29, Juan Antonio Moreno Ramírez, de 54. José León Ávila, conocido por Espino, de 44, Antonio Calixto Espino Afonso, de 37, Apolinario Díaz Rodríguez, de 35, José Martín Viera, de 47, Isidro de León Castellano, de 54, Crisanto Espino, conocido por Santos, de 30, Francisco Segura Carvajal, de 49, Alejandro Jorge y Brito, de 47, Nicolás Rodríguez Molina conocido por Rafael y el Sacristán, de 41, Domingo Aguiar y Pérez, de 60, y Antonio Ojeda Rodríguez, de 44.
Detenciones de la época en la península.
Tras tres años de gestiones, siete piezas de 3.183 folios, once ramos con 1.230 folios, se celebró el juicio en la Audiencia de Las Palmas empezando el día 1 de junio de 1880, terminando varios días después con el siguiente fallo:
FALLO:
Declaro que los hechos probados constituyente el delito de asesinato; Segundo, que son autores responsables criminal y civilmente Francisco Segura Carvajal, Alejandro Jorge Brito y Crisanto Espino, y encubridor Antonio Ojeda Rodríguez; Tercero, que no concurren circunstancias atenuantes; pero si las agravantes de alevosía, premeditación conocida, abuso de superioridad y la de cometerse el hecho en despoblado y en cuadrilla, estimables solo para los tres primeros; Cuarto, que José Jiménez, apodado Ventura no debe sufrir penalidad por sus actos involuntarios; Quinto, que no está justificada la participación en los hechos de D. Domingo Aguiar y Pérez; Sexto, que siendo la pena señalada por la ley al delito, la cadena temporal a muerte, es aplicable esta última a los autores, por razón de las circunstancias expresadas, la de presidio mayor en su grado medio, y las accesorias correspondientes al encubridor.
En su consecuencia condena a Francisco Segura Carvajal, Alejandro Jorge y Brito y Crisanto Espino a la pena de muerte que se ejecutará en la forma dispuesta por la ley, a Antonio Ojeda Rodríguez a la de ocho años y un día de presidio mayor a todas las demás accesorias correspondientes y absuelve libremente a José Jiménez (a) Ventura y a Domingo Aguiar y Pérez.
respeto de todos los demás procesados se había sobreseído, sin perjuicio, anteriormente por falta de pruebas para adelantar contra ellos el procedimiento; y respeto de Nicolás Rodríguez Molina, libremente por haber fallecido en el Hospital San Martín de Las Palmas de Gran Canaria el 28 de mayo de 1878.
En la Semana Santa de 1881, el rey Alfonso XII, como era tradición indulto a varios reos de la pena de muerte. Los políticos de la isla hicieron arduas gestiones, en especial el ministro Fernando León y Castillo y los tres aldeanos entraron en dicha gracia, liberándose del cadalso, siendo conmutada la pena de muerte por la de cadena perpetua.
La isla entera lo celebró, pues no era grato el espectáculo de la ejecución pública de reos y su causa había despertado muchas simpatías a pesar de lo horrendo del crimen, era un crimen social, en defensa de los derechos de los más pobres de los abusos de los caciques y las autoridades a sus servicios.
Alejandro Jorge murió en el penal, los otros dos tras más de veinte años de recorrer varios presidios por la península, fueron indultados y regresaron a la isla.
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"-¿Quién mató al Comendador?-Fuenteovejuna, Señor.-¿Quién es Fuenteovejuna?
-Todo el pueblo, a una."
Bibliografía consultada, Revista Foro Canario 1879, Legislación y jurisprudencia, Causas Celebres, sentencias y sumarios.