Años cincuenta pasado siglo.
Don Manuel Alonso Lujan viene al mundo allá por 1905, en el termino de Las Lagunetas, San Mateo. Desde muy joven siente la llamada del sacerdocio e ingresa en el seminario conciliar de Las Palmas.
En 1930, es ordenado sacerdote por el señor Obispo de la diócesis Don Miguel Serra Sucarrats, en la iglesia catedral de Las Palmas. Celebra su primera misa cantada en su pueblo natal, Las Lagunetas, el 5 de abril de 1931, festividad de la Resurrección del Señor. Cumple sus destinos por las parroquias de Pájara, Tuineje, San Lorenzo, Tamaraceite… y en su etapa final en el núcleo teldense de las Majadillas del cortijo de San Ignacio.
En septiembre de 1936, en pleno comienzo de la guerra civil, el obispo lo destina a Agaete, donde permanece como párroco hasta el 16 de febrero de 1960, casi 24 años, algo fuera de lo normal, ya que son muy pocos los sacerdotes que superan los diez años en una misma parroquia, solo el obispo Pildain sabrá las causas del porque le mantuvo tanto tiempo en una misma parroquia.
Don Manuel, como era conocido en Agaete, se integró de tal manera en la villa que siempre fue tratado como un agaetense más. Pasaba la mayor parte de su tiempo paseando por el pueblo con sotana y bonete, conversando con todos, en especial con los niños y jóvenes, creó grupos de teatro y escenificaba obras, algunas escritas por el mismo, quienes le conocieron dicen que rebosaba "religiosidad y personalidad".
La afición por el teatro le viene a Don Manuel de su paso por el seminario, así lo podemos ver en la prensa de 1924, que hace referencia a la celebración de la festividad de la Concepción, patrona de dicha institución; "se pusieron en escena un juguete cómico y una zarzuela, distinguiéndose el alumno D. Manuel Alonso Lujan, que hizo un hermoso papel de Alcalde" (Gaceta de Tenerife 14-12-1924).
Esa afición por las obras escénicas le vino muy bien en su labor pastoral, quienes le conocieron dicen que fue un gran predicador, dominaba la mímica, la oratoria, la voz y tenía mucha resistencia física para tirarse horas con un sermón sin que la audiencia parpadeara o desviara su atención. Esa facilidad retorica hacía que con frecuencia fuese reclamado por muchas parroquias de las islas para dar sermones en fechas señaladas y fiestas patronales.
Su paso por la villa coincidió con los tiempos de exaltación religiosa, de actos de fe y de santas misiones promovidas por la iglesia y el régimen de Franco, a los que Don Manuel se sumó con bastante entusiasmo.
El "padre cura", como siempre escuché a mi madre nómbralo cuando se refreía a Don Manuel, marcó a varias generaciones de agaetenses, movilizó a la juventud de la época, logrando despertar en muchos el entusiasmo por las artes escénicas con sus autos sacramentales, sus obras de teatro, zarzuelas y todo tipo de representaciones.
Así se manifestaba en la prensa el recientemente fallecido exdirector del grupo de teatro de Galdar, Tito Santana, refiriéndose a Don Manuel: "don Manuel Alonso Lujan fue el más comprensivo, fructífero y animoso de todos los párrocos que había conocido, con sus enseñanzas y su comprensión de la sensibilidad de cada uno, inculcó en los jóvenes formación cultural y artística, una inquietud, un amor por el pueblo y un interés por el futuro, que no se puede olvidar nunca. Yo creo que jamás podremos pagar esta deuda a don Manuel Alonso" (La Provincia 18 de junio de 1971).
El médico Don Agustín del Álamo, director en 1971, de un grupo teatral en el barrio de Caideros de Galdar, se manifestaba de esta manera:
"—¿Esta afición por el teatro es innata en ti o se la debes a alguien?
—Aunque yo creo que el arte nace con la persona, todo lo que soy profesionalmente se lo debo a mis padres. Artísticamente a don Manuel Alonso Lujan, recién fallecido, pues fue él quien me descubrió para el arte. —¿Representó algo más en tu vida el reverendo Alonso Lujan? —Sí, tuvo la gran virtud de unir a la juventud de Agaete, de todas las clases y todas las generaciones, dejando en todos nosotros una huella imborrable. Además de ser mi padrino y mi maestro, fue un amigo" (La Provincia 4 de junio de 1971).
Don Manuel se trae a vivir con él a su madre, doña Felisa Lujan y a una sobrina soltera que el pueblo llamaba cariñosamente "señorita Eugenia" que, a pesar de haber nacido en los altos de San Mateo, se adaptaron a la idiosincrasia de esta villa, aquí fallecieron y aquí reposan sus restos para siempre.
Su legado aún perdura, impulsó las fiestas de Las Nieves y transformó la forma de celebrar la navidad o la semana santa, dándole el toque dramático, casi teatral que aún perdura, como el santo entierro en el interior de la iglesia.
Con motivo de su despedida, en las navidades de 1959-60, el coro parroquial dirigido por Don Tomás Martín Trujillo, decidió darle una sorpresa, despertándolo a las cinco de la mañana con villancicos bajo su habitación y haciendo un recorrido por el pueblo a continuación, tradición que se institucionalizó y sigue perdurando en el tiempo, aunque este año por motivo de la terrible pandemia que nos azota no se pudo realizar.
A finales de 1959, el obispo Pildain, conocedor de la valía de Don Manuel, decide llevárselo con él a la catedral, nombrándolo "Beneficiado de la Santa Iglesia Catedral", considerado dentro de la jerarquía eclesiástica como un ascenso.
Por imperativo de los votos de obediencia (lo que dice el obispo va a misa, nunca mejor dicho) a Don Manuel no le quedó otro remedio que obedecer, quedando todos sus fieles y todo el pueblo de Agaete en una profunda tristeza por su marcha, después de haber pasado más de 23 años, los mejores de su vida, dedicados a la villa y su gente. En la catedral estuvo 11 años, recorriendo toda la geografía de la isla predicando donde era requerido, siempre llevó el "San Benito" y fue conocido por "el cura de Agaete".
El 1 de enero de 1960, espontáneamente el pueblo entero se reúne en la plaza, engalanada con arcos de flores y banderas para un acto de despedida, la banda municipal de música ameniza el acto, en medio de discursos y alabanzas al párroco por parte de las autoridades y vecinos, se recogen firmas para solicitar el nombramiento por el Ayuntamiento de "HIJO ADOPTIVO Y PREDILECTO" de Don Manuel y que se le conceda una calle con su nombre.
El alcalde Don Martín Rosario Expósito, en su discurso destacó la labor social del "padre cura", durante 23 años en la villa.
Todos los que coincidieron en el tiempo con Don Manuel se manifiestan en los mismos términos; un hombre sencillo, justo, jovial y bromista, piadoso, gran orador y convincente, tan convincente que se cuenta que con diez minutos de conversación convencía a un agnóstico o almeno lo dejaba dudando.
Su excesivo celo eclesiástico le llevó a protagonizar numerosas anécdotas, entre otras la de suspender la procesión de bajada de la virgen el día 17 de agosto o la de San Sebastián, por celebrarse bailes en la plaza contra su voluntad, mientras la virgen y el santo se encontraban en la iglesia matriz de la Concepción. En una ocasión paró una procesión y amenazó con regresar a la iglesia si una pareja de novios no dejaban de ir de la mano en la misma. Sus criticas desde el pulpito a las parejas que al anochecer osaban pasar del puente hacia las Nieves, con nombre y apellidos eran muy frecuentes.
El párroco D, Manuel Alonso Lujan, el comisario de excavaciones arqueológicas provincial D. Sebastián. Jiménez, el alcalde de Agaete, D. Pedro Esparza y niños de la villa, dentro del túmulo donde se encontró el sarcófago aborigen, Junio de 1957.
El día 1 de abril de 1971, tras un largo y silencioso padecimiento, su corazón no aguantó más, Don Manuel fallecía en Las Palmas a los 65 años de edad. Sus honras fúnebres tuvieron lugar en la catedral, presididas por el obispo de la diócesis monseñor Infantes Florido y el obispo dimisionario doctor Pildain, con la asistencia de numerosos fieles, amigos de Agaete y otras localidades donde había ejercido el sacerdocio.
Transcurridos cinco años de su enterramiento en Las Palmas, el sábado 16 de Noviembre de 1976, cumpliendo su voluntad, sus restos mortales fueron trasladados al cementerio parroquial de Agaete, donde descansa para la eternidad en compañía de sus seres más queridos, su madre y otros familiares, que a pesar de haber nacido en las medianías de Gran Canaria, un día el azar los trajo a Agaete, un pueblo peculiar, entonces distante y lejano, a veces difícil de entender, pero cuando lo consigues se te mete en corazón para siempre y eso le ocurrió "al niño grande", como define a Don Manuel un hombre que le conoció, Don Valentín Armas.
Agaete es un pueblo agradecido, "amor con amor se paga". A quien nos da su cariño y su esfuerzo, nosotros le entregamos honores y cariños y jamás olvidamos. Y esta, que conste, no es una separación ni una despedida, porque nuestro "PADRE CURA", cuando se marche se llevará con él el corazón de todos nosotros y nosotros nos quedaremos con el suyo que hace tiempo nos ha dejado... (Don Juan de Armas Medina en su despedida)
Su nombre ha quedado grabado en la calle y parque colindante con la iglesia, espero que para siempre, por la memoria de nuestros antepasados que tanto le agradecieron y lo querían de verdad (y no era teatro).
Su tumba en el cementerio parroquial de Agaete.
Parque Párroco Don Manuel Alonso Lujan.
Vivienda de la familia Alonso Lujan en Las Lagunetas, San Mateo.
Don Abrahán González, párroco de Galdar en los años cincuenta del pasado siglo, gran amigo y compañero de Don Manuel Alonso.
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