Desde que tenemos datos
escritos de las fiestas, mediados del siglo XIX, la entrada o bajada de la
rama era acompañada por bandas de música. A finales de dicho siglo ya aparecen
los “gigantones y cabezones”, que no debieron ser distintos a los que por miles
de ciudades y pueblos de la cristiandad, pregonaban y anunciaban con alegría las
fiestas en sus vísperas, generalmente religiosas.
A partir de 1912, son denominados en los diferentes programas de festejos como gigantes y cabezudos. No es hasta 1984, siendo alcalde el escultor Don José de Armas Medina, cuando se empieza a denominar en los programas como los llamaba la ciudadanía desde hacía muchos años, "papagüevos".
El significado de la palabra; papahuevo, papa güebo, papagüebo o papagüevo, cualquiera es correcta según el diccionario histórico del español en Canarias, no es otra que; figura que resulta de ponerse una persona, una gran cabeza de cartón, lo que le da la apariencia de enano, y que, en algunas fiestas, suele acompañar a los “gigantones”. Usándose también para denominar a persona estrafalaria y ridícula.
En el Diario de José de Anchieta y Alarcón (1706-1767), de 1749:
«sucedió un caso gracioso y es que en la pared de la Yglesia de los Remedios
que mira a la calle de La Carrera del lado de arriba de la puerta estaba un
monifato como el papagüebo yacía como mitra porque decía el D. Vicente que allí
como papagüebo tenían al Obispo».
Esos papagüevos que representaban a las razas humanas y otros, renovándose por el deterioro y uso, han sobrevivido en el tiempo, y aún hoy en día, siguen bailando cada cuatro de agosto; la negra, la japonesa, el chino, el negro… Otros terminaron por desaparecer o sustituidos por nuevas figuras.
Continuó con la tradición de Don Juan de Armas, Don Luis César Expósito del Rosario (1903-1937), matarife del pueblo, a quien se le atribuye, con algunas dudas, la realización del papagüevo actual de la negra, otros testimonios dicen que lo dejó a medias antes de ser detenido y asesinado en la guerra civil, terminándolo otros, algunos se lo atribuyen a Don José de Armas Medina, sin mucho fundamento.
Hay que tener en cuenta que los papagüevos se prestaban a otros pueblos que carecían de ellos para sus fiestas, además eran muy pesados por sus estructuras, lo que ocasionaba que en muchos casos, cuando la alegría de vino y el ron, junto con el cansancio, hacían mella en sus bailadores, terminaran estrellando su cara contra el suelo. Por lo que había que repararlos y repintarlos todos los años o construirlos de nuevo.
Fotografía posterior a 1953, aparece el papagüebo de la pelíca y el marinero entre otros.Según recordaba Juan Saavedra, “el machuco”, los papagüevos que se bailaban en la rama de principios de los años cincuenta se fabricaban por parejas, eran; "el marinero y Maruca", padre e hija, el quijote y Sancho panza, el corcovado, que la gente le buscó parecido con un carpintero de la villa, el diablo, la vaca, la negra, el negro, una filipina y un chino, pero que no eran los actuales que fueron hechos por Don José de Armas, más tarde.
Don Juan Godoy Barroso, en conversación reciente, me confirma esa afirmación de que los actuales papahuevos de “las razas”, fueron hechos en el “Huerto de las flores” por don José de Armas. Don Juan Godoy, a finales de los cincuenta, principios de los sesenta, antes de marchar a la ciudad de Las Palmas, participó en varias ocasiones en su reparación y repintado, actividad que se realizaba en unas casas en ruinas, de propiedad municipal, que se encontraban donde hoy en día está el edificio de correos y la antigua sindical. Las reparaciones se hacían a base de pegar papel de viejos periódicos mojados en una mezcla hervida de agua y harina que llamaban engrudo. Todos los papahuevos que realizó Don José, el primer año de su estreno, salían del Huerto de las Flores a su paso de la rama por las proximidades.
José de Armas Díaz, hijo del escultor, recuerda ver a su padre hacerlos en el antiguo solar, actual parte moderna del ayuntamiento y otros en una casa antigua de propiedad municipal, donde se construyó la edificación conocida por "la sindical", rememora ver hacer el chino y la japonesa, con los negros tiene dudas, pero al menos los vio remodelar y pintar por su padre.
Dudas aparte sobre la autoría de determinadas figuras, quien verdaderamente le da el carácter que en la actualidad tiene nuestros papagüevos es el escultor y caricaturista local, Don José de Armas Medina (1913-1996). Contaba Don José que sobre 1953, vio bailar la rama con verdadero estilo de papagüevo al marchante y matarife del pueblo, Don Pedro Hernández, conocido por “el pelica”. Al paso de la Rama por la carnicería, situada en el arco de la bajada al huerto de las flores, salía con su delantal y cuchillo en la mano, sorprendiendo con admiración a propios y extraños por su gracia y su forma de bailar, todo ello le sugirió perpetuar su figura en un papagüevo para la eternidad. Recabó su autorización, que acepto rapidamente, posó unas cuantas veces para modelar su figura en barro y luego cubrirlo de cartón piedra. Lamentablemente el papahuevo desapareció, parece que por decisión familiar, fue quemado una vez fallecido don Pedro.
El éxito fue grandioso, lo que le animó a realizar unos cuantos personajes en años sucesivos. Siendo unos catorce papahuevos los que se le puede adjudicar a sus manos.
El Pupulo:Sin
duda el papagüevo más logrado y querido del escultor y todo el pueblo es el del
“Pupulo”, si bien Don José sentía una especial predilección por el papagüevo de
“Manue”, conocido por “el carila”, por la bondad y simpatía del personaje real,
al que tuve el honor de conocer en mi niñez.
Contaba
Don José que, al Pupulo tuvo que pagarle doscientas pesetas de la época y
algunos rones mientras posaba, para convencerlo de que se dejara hacer un
papagüevo. Este personaje característico de aquel Agaete había nacido en 1910, coincidí
en mi niñez y juventud con él, flaco y alto, siempre con una gorra a lo Hanfry
Bogart en “la reina de África”.
En una
entrevista en la prensa de los años setenta, curiosamente manifestaba que nunca
había bailado la rama, la rama era cosa del papagüevo y no puede haber dos
Pupulos en la Rama. Francisco Martín Bermúdez, que es el verdadero nombre del
Pupulo, vivió casi toda su vida a costa de los muertos de la villa, era el
sepulturero, aunque como él decía; “estoy rascado, es un mal negocio, aquí
no se muere nadie, en Las Palmas sí que resulta”.
Una de las anécdotas más curiosa de este personaje que acostumbraba a dormir la siesta dentro de los nichos del cementerio, fue que; un día "Chano el barbero", que andaba por el campo santo, lo vio salir de uno, y antes de que sacara la cabeza, salió corriendo como alma en pena, pregonando por todo el pueblo que un difunto había resucitado. El Pupulo nunca tuvo miedo a la muerte, cuando le preguntaban por ella, cómo los grandes filósofos contestaba; Estando muerto estoy mejor, porque no molesto ni me molestan. A quien único tenía miedo era a los lagartos y a la Guardia Civil, si veo uno largo todo y salgo corriendo.
Su único vicio era enyescar y tomar unos
roncitos; “si no lo hago, Jesús..., me afisio”, decía.
El Pupulo pasó los últimos años de su
vida rodeado de sus cinco gatitos, a los que les tenía un gran cariño, afirmando; si se muere uno me pongo hasta
de luto.
Incluso para morirse fue especial; eligió
el 8 de diciembre de 1980, el día de la Inmaculada Concepción, patrona de la
villa.
Maggie
Fleming.
Otro de los papagüevos emblemáticos de nuestras fiestas es el de Maggie Fleming, una norteamericana que apareció por Agaete a finales de los años sesenta del pasado siglo y que conquistó el corazón de los agaetenses, fue el último papagüevo de la saga de Don José de Armas. En una ocasión me comentó; que a pesar de que Maggie nunca cobró por posar, fue el papahuevo más caro de todos los que había realizado, por el número de botellas de güisqui que consumieron los dos mientras lo estaba moldeando.
El relevo a Don José de Armas lo tomó un
joven de la localidad, Rosendo Martín García, que ya lleva más de una quincena de
papahuevos realizados, entre otros los populares; Cristo, el faneque, el chachá,
el primo, Mari la del correo, Piti la enfermera, su propia madre Mariquita…, y más recientemente Marcelo.
Rosendo cambió la antigua técnica de empapelar con engrudo los modelos en
barro, por la fibra plástica, dándole a las cabezas más durabilidad y menos
peso que, junto con armazones de aluminio, hacen que bailarlos ya no requiere
el esfuerzo de antaño.
No podemos olvidar a “la Pacoya”, mi vecina, papahuevo muy popular, realizado por su prima Mercy Cruz Suárez.
En definitiva, nuestro papagüevos, inspirados en personajes reales o tradicionales; por la historia que llevan consigo, la magia de sus bailes, símbolos de nuestra cultura popular, de nuestras fiestas, deben de cuidarse, mimarse desde las instituciones y por el pueblo en general, como garantía de pervivencia de esta tradición.
Diccionario histórico del español de Canarias.
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